Uno de los aplausos más especiales de esta pandemia es el que se ha llevado el pequeño Víctor tras recibir el alta en el Hospital de La Paz. A sus tres años, lleva toda su corta existencia peleando contra una gravísima enfermedad que le obligaba a permanecer conectado a una máquina durante 18 horas diarias.
"El problema de Víctor es que no tiene intestino y durante toda su vida ha necesitado estar conectado a una máquina de alimentación parenteral durante 18 horas al día. Él no puede comer ni beber por la boca", explica Alba Santos, directora de la Asociación de Pacientes NUPA, que ha acompañado a Víctor y a sus padres en este proceso.
Para sobrevivir, Víctor necesitaba un transplante multiorgánico que incluyese el intestino pero también otros órganos, como el estómago, el hígado, que en su caso también estaba afectado, y el páncreas, según precisa la doctor Esther Ramos, jefa de la Unidad de Transplantes de la Paz.
Hace dos meses, al fin, se produjo la esperada llamada. En ese momento, "el sentimiento es inexplicable, -afirma Alba Santos-. Cuando realmente llega, sabiendo que su hijo está volviendo a nacer gracias a la generosidad de otras personas".
La operación era de una complejidad extrema, agravada por la pandemia, ya que, según explica la doctora Ramos, "necesita una medicación que baja mucho las defensas para evitar que rechace el transplante", precisamente en un momento de muchos casos de infección por coronavirus.
Pero Víctor es un luchador y ha llenado de esperanza el Hospital de la Paz. "Nos ha emocionado especialmente", reconoce la especialista, "en un momento en el que había tanta desgracia, tanta muerte a nuestro alrededor".
Ahora ya está en casa, con unos padres felices y agradecidos. "Queremos dar las gracias a todas las familias que son donantes, porque en momentos tan complicados para sus vidas, toman la decisión de dar vida", afirman. Aunque deberá pasar la recuperación en casa, por precaución, Víctor pronto podrá volver a hacer lo que hacen los niños de su edad.