España vive pendiente de cada última hora que se conoce sobre la situación del pequeño Julen, el menor de dos años que cayó por un pozo de unos 100 metros de profundidad y que lleva atrapado en ese diminuto espacio más de 48 horas.
Sin conocer aún el estado en el que se halla el pequeño, son muchos los que confían en que esté vivo pese a la situación extrema en la que se encuentra. Se amparan en otro caso que ha corrido como la pólvora en las últimas horas: el de Jessica McClure.
En octubre de 1987, la pequeña Jessica, una bebé de tan solo 18 meses, se encontraba jugando en el patio de su tía con otros niños. La madre de la víctima, que perdió de vista a su hija durante unos minutos cuando recibió una llamada telefónica, descubrió horrorizada que Jessica había caído a un pozo de agua abandonado.
Desconociéndose la causa de la caída al pozo, la policía estadounidense creyó en un principio que el rescate de la pequeña no sería de gran dificultad, si bien finalmente pasó 58 horas en este espacio de 20 centímetros de diámetro, a siete metros por debajo de la superficie.
La razón: las condiciones para el rescate de Jessica eran mucho más complicadas de lo que se planteó en un principio. En este caso, las autoridades optaron por hacer un pozo paralelo seguido de un canal para llegar a la víctima. Según cuenta ABC, tras conectar los dos túneles, el paramédico del Departamento de Bomberos de Midland Robert O’Donnell usó gelatina de petróleo para deslizarse hasta Jessica.
Tardó 20 minutos en sacar del pozo al bebé, que mostraba deshidratación y parte de su pie derecho engangrenado. Si bien tuvo que ser operada 15 veces, ha logrado sobrevivir, y actualmente tiene dos hijos.
Uno de ellos en estado grave
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