Un preso de confianza le acompaña las 24 horas: incluso cuando come o duerme. Ya son tres noches las que ha pasado en una celda de esta prisión bajo un protocolo antisuicidio.
Después de pasar por el módulo de ingresos, el protocolo establece que un equipo de expertos de la prisión decida donde debe ingresar preventivamente: en su caso, según otros presos, está en el módulo de aislamiento.
De allí, podría pasar al llamado módulo de respeto: donde se encuentran, entre otros, los presos estudiantes. Un módulo con condiciones especiales donde agredir a otro recluso supone la inmediata expulsión.
Antes de ingresar en la prisión, Antonio Ortiz se presentó ante la juez acusado por la Policía de hasta 16 delitos: cinco agresiones sexuales, cinco detenciones ilegales y otros tres intentos.
Además de dos tentativas de homicidio y un delito de allanamiento de morada, porque la policía cree que cometió la primera agresión en la casa de la menor.
"Por esos 16 delitos hay una horquilla de entre los 49 hasta los 93 años de prisión. Realmente, la pena de prisión efectiva que puede llegar a cumplir serían 20 años", explica Marta Pellón, abogada penalista y criminóloga.
No es la primera vez que el presunto pederasta de Ciudad Lineal ingresa en esta cárcel madrileña. Ya cumplió condena por agredir a una menor.
Durante ese periodo no recibió ningún tratamiento específico. Sólo dos presos españoles, entre ellos Martínez Singul, el segundo violador del Eixample, se han sometido a la conocida como ‘castración química’. El doctor que aplicó los tratamientos lo recomienda en casos como el de Antonio Ortiz.
"Va a protegerle a él, porque no tendrá tantas fantasias sexuales, y, como no, a las víctimas porque su capacidad de agresividad sexual es mucho menor", asegura el Dr. Eduardo Ruiz Casteñe, andrólogo.
Un tratamiento que debe ir acompañado de ayuda psicológica que los expertos recomiendan empezar nada más ingresar en prisión.
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