El 13 de diciembre por la tarde, después de acabar su jornada laboral, Rodrigo Fresco recibió una llamada de un cliente y conocido que había estado en la playa de Balieiros, en Ribeira (A Coruña), y que había observado unos sacos con una sustancia blanca en la arena y en las rocas que inicialmente pensó que era cocaína.

Al acudir allí, este vecino de Corrubedo propietario de un local hostelero, identificó que se trataba de unas pequeñas bolas de plástico que "olían muy mal, como a gasolina", y observó primero "tres o cuatro sacos", que luego, ese día, resultaron ser unos 40.

En ese momento, sobre las 16:30 horas de la tarde, fue cuando dio la primera llamada a la central del 112 Galicia. Según relata Fresco la central de emergencias le comunicó que "Salvamento Marítimo ya estaba al tanto de la situación".

"Al levantar la cabeza vi más sacos y pensé que no podía ser cosa buena", confiesa. En dos días, sacó hasta 58 sacos por su cuenta. Finalmente, decidió avisar a un periódico local y al servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil, pero le remitieron a la Policía Nacional, que a su vez le redirigió a la Autonómica, que dijo "que estaba todo preparados para ir a recogerlos al día siguiente".

"Mandé ubicación, mandé fotos, les dije a lo que olía...", añade Fresco, quien también se puso en contacto con Greenpeace y con el Ayuntamiento de Ribeira, que aseguró que al día siguiente mandaría a los grupos municipales de emergencias.

Tras esto, Fresco reconoce que pensó que ya estaba solucionado. Sin embargo, se llevaría una sorpresa al comprobar que el plan de emergencia no lo activaron hasta el 6 de enero. "Esto va a ser para años y para sacarlas nos va a costar más que en el chapapote del Prestige", advierte.