Tres dones aproximándose al avión. Es lo que vio un piloto en pleno aterrizaje en el aeropueto de Loiu, en Vizcaya. El vuelo, de la compañia Luftansa y con 168 pasajeros a bordo, pudo llegar a tierra sin incidencias a pesar de haber estado en una situación de peligro.

"Un dron, yendo a 30 o 40 kilómetros por hora, si añadimos los 300 kilómetros por hora a los que va el avión comercial, el impacto se asemeja mucho al de una bala. Pero, por desgracia, el dron tiene mayor superficie, por lo que el impacto hace más daño", explica un experto.

Una vez en pista, el comandante notificó lo sucedido a fuentes aeroportuarias, que avisaron rápidamente a la Ertzaintza. Cuando llegaron ya no había ni rastro de los aparatos.

Volar drones es cada vez más frecuente, pero la normativa es firme. Sólo se pueden usar dentro del núcleo urbano y nunca podrán sobrepasar los 120 metros de altura. Totalmente distinto es en zonas de espacio aéreo protegido, como son los aeropuertos. En ningún caso está permitido su uso. Allí, además, queda prohibido invadir las zonas de seguridad máxima permitidas. Desde los ocho kilómetros hasta los 15.

La compañía está investigando lo ocurrido. El responsable se podría enfrentar a una multa de 225.000 euros. Incluso, a pena de cárcel.