Hannah Powell, una joven británica de 23 años, perdió toda su visión tras unas vacaciones con sus amigas en la isla griega de Zante. Según ha recogido la 'BBC', una noche salió de fiesta y bebió vodka sin saber que estaba adulterado: le habían echado metanol.

Powell comenzó a sentirse muy cansada y no paraba de vomitar. No obstante, pese a que al principio pensaba que se trataba de una intoxicación etílica, se percató de que aquellos efectos no eran normales.

A la mañana siguiente cuando se despertó lo vio todo oscuro y sugirió a sus amigas abrir las ventanas.

"Me dijeron que ya estaban abiertas. No me di cuenta de lo que estaba pasando. Pensé que estaban bromeando, así que me levanté y encendí la luz. Ahí fue cuando entré en pánico, cuando me di cuenta de que no podía ver nada", ha declarado a la cadena.

La joven fue trasladada de urgencia al hospital de Zante y allí descubrieron que había sido envenenada con metanol. Sus amigas, quienes también habían bebido lo mismo, solo tuvieron algunos vómitos leves.

"Las mafias lo preparan en los bosques y lo venden barato a los bares, que rellenan sus botellas con ese compuesto mezclado", ha detallado Powell.

Durante 18 meses tuvo problemas de riñón, que habían dejado de funcionar tras la ingesta de metanol, y finalmente su madre le donó uno de los órganos.

Pasados casi dos años, la británica ha dejado de ver completamente negro y es capaz de percibir imágenes algo borrosas. No obstante, no se sabe si llegará a recuperar su vida algún día.