El juez Luis Aláez ha citado a declarar el próximo viernes al interventor Antonio Martín Marugán, operario que llamó por teléfono al maquinista Francisco José Garzón en el tren que descarriló el pasado día 24 en Santiago de Compostela. Marugán ha aclarado que solo responderá de lo acontecido ante la justicia: "Estoy inmerso en un proceso judicial. Declaro mañana. Voy mañana a hacer una declaración al juzgado. Entonces, ya no puedo hacer ninguna más fuera de este ámbito".

El Tribunal Superior de Justicia de Galicia ha informado en un comunicado que Marugán está convocado en calidad de testigo, y que está previsto que se haga entrega al magistrado instructor del informe que recoge los datos extraídos de las cajas negras, que por el momento no está en este juzgado.

El juez Luis Aláez, en el auto en el que se acuerda esta citación como testigo de Marugán, considera que la actuación del interventor del tren en principio se presenta "correcta", ajustada a los procedimientos del operador y a las prácticas del sector. Entiende así que la consulta al maquinista para saber si el tren podría circular por una determinada vía es "algo normal", como el propio maquinista ha contado en su segunda declaración, en esta ocasión voluntaria, ante el instructor y efectuada ayer.

Aláez estima que la llamada no es causa del descarrilamiento que sufrió el tren, y aunque se considere "desafortunada por el lugar o momento en que se hizo", ello semeja "insuficiente" para atribuirle una imprudencia con relevancia penal por el accidente, que parece tener su causa "en la inapropiada e imprevisible conducción del maquinista".

El interventor ya explicó en su declaración policial: "Estaba muy aturdido. Mi cabeza estaba llena de imágenes terribles. No era trascendental para el accidente. En ningún momento quise ocultar la conversación, y estoy convencido de que Garzón tampoco". Lo comentó porque Garzón Amo no la mencionó al prestar testimonio el pasado domingo ante el juez instructor Luis Aláez. Del contenido del diálogo, que duró dos minutos, Marugán dijo que su única intención era facilitar la bajada de una familia con hijos en Pontedeume, localidad situada a unos 15 kilómetros de Ferrol, el destino final de ese Alvia que había salido de Madrid.

La existencia de esta comunicación se supo con el desprecinto y volcado de las cajas negras y que se efectuó entre teléfonos corporativos. El de Garzón Amo se extravió. El tráfico de llamadas, recibido por la policía y entregado al juez, resultaba crucial para el instructor, que ordenó un rastreo al conocer la pérdida del teléfono profesional de Garzón Amo.

En base a los datos de las cajas negras, instantes antes del accidente el tren circulaba a 192 kilómetros por hora y tras la activación de un freno por parte del maquinista, el Alvia finalmente impactó contra el muro de hormigón tras pasar la curva de A Grandeira, a 153 kilómetros por hora en un lugar en el que el libro de ruta indica que no se puede ir a más de 80. Este jueves se han incorporado al juzgado número tres de Santiago una juez de refuerzo, un secretario y seis funcionarios.