Linda Sun tenía en propiedad una mansión en Long Island, valorada en cuatro millones de dólares, y un piso en Honolulu (Hawai). Además, su opulencia saltaba a la vista con un Ferrari Roma en la puerta de su casa. Y todo costeado por el Gobierno chino, mientras trabajaba para el Ejecutivo neoyorkino.

No faltaban los detalles, como el envío recurrente de platos de pato salado al estilo tradicional, cocinado por un chef del consulado de China. Regalos y sobornos con los que el gigante asiático premió a su espía, que durante 15 años cumplió con creces, al escalar posiciones dentro del Gobierno de Nueva York. Llegó a convertirse en una persona de confianza, la asesora la propia gobernadora.

Un puesto de poder desde el que, por ejemplo, impidió contactos entre Taiwán y el Estado, cambió discursos oficiales para contentar a China y entregó invitaciones a funcionarios de Pekín. A cambio, recibió compensaciones multimillonarias que su marido blanqueaba.

Ambos niegan los cargos, Seth DuCharme, abogado que representa a Linda Sun: "Muchas de las acusaciones son francamente desconcertantes y excesivamente provocadoras".

A la espera de juicio. Linda ha quedado en libertad tras pagar un millón y medio de dólares de fianza, y la han prohibido tener contacto alguno con el consulado chino.