A media hora de la ciudad de Kampot, en el sur del país, un estrecho sendero al pie del monte Blanco lleva hacia la casa de una anciana hechicera que se hace llamar Lork Ta.

Entre figuras decorativas, velas y varas de incienso, la anciana de 93 años asegura que ha utilizado hechizos para separar parejas "en miles de ocasiones" y que conoce varios "métodos para que se desenamoren".

Uno de ellos consiste en recitar palabras en pali mientras "sopla" el conjuro sobre un perfume, que deberá rociarse sobre la persona que va ser hechizada.

"Si la pareja esta profundamente enamorada, pero los padres de ambas personas no pueden aceptarlo, si no quieren que personas del mismo sexo estén enamoradas, solo puede conseguirse que se odien entre ellos", asegura Lork Ta en una desvencijada caseta construida con cañas de bambú y lonas.

"Realizar este conjuro cuesta mucho dinero, más de cien (dólares)", añade. Aunque Lork Ta reconoce que no puede cambiar la naturaleza de las personas, padres camboyanos recurren a rituales como los suyos bajo la idea de que su hijo está hechizado, o con la esperanza de que cambie tras romper su relación.

"El conjuro solo hace que dejen de estar enamorados de su pareja, después de eso, depende de ellos intentar algo con alguien del sexo opuesto o del mismo", advierte la hechicera.