Varadas, ya muy lejos del agua pero con toda su historia intacta, grabada en cada casco con forma de números y en cada cubierta con las pertenencias de los que quedaron atrás. "Qué decir de esta barca... todos muertos. La historia de esta barca, eran todos jóvenes de 20 años, 26 máximo". 

Los patrones los abandonaron en la bodega, nos cuenta el jefe del puerto con lágrimas en los ojos. Precarias como fueron en vida, fantasmales. Las naves descansan congeladas en un cementerio de barcos en el puerto de Pozzallo. Nadie quiere destruirlas, cuesta mucho. "2 euros, 2 euros y medio el kilo. Piensa que una de estas barcas pesa 50 tonelada, así que puede suponer un coste de 50 a 70.000 euros por una barca que debe ser destruida".

Exactamente igual que cuando llegaron a la costa, así esperan los barcos a ser destruidos en el pequeño puerto de Pozzallo. Se quiere limitar de esta forma que nadie los pueda usar para transportar personas nunca más.  

Pocos ojos han visto más historias de inmigración que los habitantes de Pozallo. "Una amiga mía vio un cadáver flotando cuando estaba nadando", cuenta Enzo, propietario de una cafetería literaria en Pozzallo.

Enzo intenta con varias iniciativas favorecer la convivencia. Los pescadores han rescatado a cientos de personas en el mar, los cadáveres ya no los recogen para que sanidad no precinte sus barcos. La avalancha de barcazas pone a prueba las ancestrales leyes marineras. pero Pozzalo no renuncia a seguir ayudando a los que vienen del mar mar/4"))