Ecologistas gallegos denuncian que está prohibida la recogida y comercialización de las caracolas, debido a que son especies vulnerables. Hasta hace muy poco era habitual verlas en casas o en las tiendas de souvenirs de la playa.

Escuchar su sonido marino era el deleite de pequeños y no tan pequeños. Rogelio Santos, marinero, recuerda que antiguamente: "Eran tan abundantes que se recogían por sacos y se vendían a 50 céntimos y a un euro el kilo". Sin embargo, la especie Caronia Lampas, está en riesgo de extinción. Como asegura Serafín González, presidente de la Sociedade Galega de Historia: "Tiene unas poblaciones muy pequeñas y están en declive desde hace unos años por lo que está catalogada como especie vulnerable".

Pero a pesar de la prohibición, su venta ilegal se extiende por los mercados gallegos, una práctica que denuncian los propios pescadores: "Por favor no lleves a casa devuélveme al mar que quedamos muy pocas", manifiesta en un vídeo Santos. En muchos casos su captura es accidental, llegando enredadas entre las redes, por lo que González explica que lo que hay que hacer en esos casos es "devolverlas al mar, y en cualquier caso no se puede comercializar".

La continuación del expolio de las caracolas tiene efectos irreversibles, que van más allá de acabar con la especie, como advierte Charlie Sarria, biólogo marino y divulgador: "Si quitamos este eslabón de la cadena atrófica podemos tener una sobreprotección de erizos, es importante mantenerlas".