Adelantarse al futuro meteorológico parece haberse convertido en un imprescindible y, tras el paso de la borrasca Filomena, el rumor sobre una nueva gran nevada se extiende. Los titulares saltan y se empieza a hablar del vórtice polar. Pero, ¿qué es? ¿Nevará otra vez igual? ¿Qué probabilidades hay?
Para responder a estas preguntas hay que entender cómo funciona la atmósfera. Esta se divide en partes, atendiendo a cómo cambia la temperatura, y cada capa tiene una dinámica propia.
Así, si comparamos la atmósfera con un gran edificio de varias plantas, donde cada piso es una capa, nosotros vivimos en la planta baja, la troposfera, comprendida aproximadamente entre los 0 y 10 kilómetros, y justo encima, en la primera planta, está la estratosfera, que se extiende hasta los 50 kilómetros de altura.
A su vez, cada piso del 'edificio' sigue sus propias leyes: mientras que todo lo que ocurre en la troposfera es rápido (más inestable e impredecible), lo que sucede en la estratosfera es lento (más estable y predecible).
En las últimas décadas se descubrió que lo que ocurría en la planta de arriba repercutía en la de abajo, y por ello, en los modelos meteorológicos comenzó a incluirse una dinámica y termodinámica estratosférica; gracias a ello, las previsiones meteorológicas mejoraron significativamente.
Sin embargo, hay otro factor a tener en cuenta: el vórtice polar. Siguiendo con la metáfora del edificio, el vórtice polar sería el 'presidente de la comunidad' y viviría en el primer piso, observando y vigilando a los que tiene debajo.
¿Qué es el vórtice polar?
Para responder a esta pregunta hay que saber primero cómo se forma. Durante el invierno boreal el sol no incide sobre zonas árticas, por lo que sobre la estratosfera polar las temperaturas bajan drásticamente. En ese momento se forma una circulación cerrada con aire muy frío en su interior: el vórtice polar. Mientras, en la troposfera normalmente hay masas de aire más frío circulando por latitudes polares y las más cálidas o templadas, entre latitudes medias y bajas.
Cada invierno, el comportamiento del vórtice polar es distinto, a veces es más fuerte y otros, más débil. Su carácter viene determinado en gran medida por lo que ocurre abajo: hay años en los que la troposfera perturba mucho a la estratosfera, alterando y debilitando el vórtice polar. Cuando esto ocurre, se dice que el vórtice se rompe, libera el aire frío en su interior y su temperatura se dispara, experimentando un calentamiento súbito estratosférico.
Estadísticamente, desde que hay registros en la estratosfera (empezaron en 1979), la mayoría de las veces que ha habido ruptura del vórtice, el hemisferio norte vive un invierno más frío y con más nevadas de lo habitual.
¿Por qué y cómo lo hace? Primero, debe existir comunicación entre la estratosfera y la troposfera, lo que se conoce como acoplamiento estratosfera-troposfera. Entonces, el aire desciende y se desploma sobre el polo norte; este brusco hundimiento eleva la presión en latitudes polares, se forma un anticiclón y las masas de aire frío polares y las borrascas se ven obligadas a circular por donde normalmente no lo hacen, lo que, en ocasiones, implica que lo hagan sobre España.
Sin embargo, esto solo ocurre en ocasiones. Volviendo al ejemplo del edificio, imaginemos que el piso de arriba se ha dejado el grifo abierto y ha generado una gran gotera abajo. Fue lo que ocurrió en el invierno de 2018. Sin embargo, luego el vórtice se recupera y, aunque puede volver a romperse, la primera ruptura suele ser la más fuerte.
Según los estudios, una vez se produce el calentamiento súbito estratosférico y hay acoplamiento, el impacto sobre la superficie puede extenderse de 60 a 90 días y este largo periodo de impacto es el motivo por el que el vórtice es el 'rey' del invierno.
¿Y ahora qué?
A principios de 2021, el pasado 3 de enero, el vórtice polar se rompió. Previamente, había dos núcleos sobre la estratosfera polar: uno frío y uno cálido. Después, el frío se dividió en dos. El 7 de enero llegaron las primeras nevadas y el 8 de enero, la gran nevada. Mientras, el vórtice se recuperaba. El 14 de enero tuvo lugar la segunda ruptura del vórtice.
Observando las previsiones a dos semanas vista (aunque no son fiables, ya que están sometidas a mucha incertidumbre), en lo que queda del mes de enero no se prevé un impacto significativo sobre España.
Entonces, ¿volveremos a tener una gran nevada como la vivida con Filomena? A día de hoy y por su excepcionalidad, la probabilidad es baja, pero existe:el invierno está en su ecuador y el vórtice ya ha entrado en juego.