Entre noviembre de 2015 y abril de 2016 Canadá acogió a 26.921 refugiados sirios. Para que la medida fuese un éxito, el Gobierno de Justin Trudeau ideó un plan de acogida con tres medidas básicas.
La primera fue entregarles un visado de "residentes permanentes" nada más llegar al país. Con ello aseguraban a los inmigrantes casi los mismos derechos que a sus ciudadanos: permiso de trabajo, acceso a las ayudas sociales y sanidad pública. Eso sí, no se les otorgó el derecho a voto, a ejercer un cargo político ni un pasaporte.
La segunda fue darles ayuda económica mensual durante el primer año. Esta ayuda era suficiente para cubrir los costes de comida, alojamiento y transporte. Además, los refugiados recibieron clases de idiomas, escolarización y servicios de orientación a la vida en Canadá.
La tercera medida fue la más innovadora: un programa de patrocinios privados. Gracias al mismo, grupos de al menos cinco personas y organizaciones de todo tipo pudieron costear voluntariamente la estancia de estos inmigrantes sirios.
Estos voluntarios se comprometieron a proporcionar cuidados, alojamiento, asistencia en su reasentamiento y apoyo social durante un año. No podían participar los ciudadanos condenados por delitos graves, que no pagasen la manutención de sus hijos o que estuviesen en riesgo de perder la ciudadanía.
Más de un tercio de los refugiados se beneficiaron del programa, y según ACNUR, hasta 2018 Canadá ha asegurado el reasentamiento a más de 38.000 sirios.