Utilizar a los hijos como forma de maltrato hacia una mujer es una de las formas más salvajes y crueles de violencia machista. Por desgracia, su denominación comienza a ser cada día más popular, y es que la violencia vicaria es una de las lacras de nuestros días.
La Junta de Andalucía definió la violencia vicaria por primera vez de forma oficial como la ejercida "sobre los hijos e hijas e utilizada como instrumento para dañar a la mujer".
También se incluye como violencia vicaria la instrumentalización de otros colectivos vulnerables sujetos a la tutela o guarda y custodia de la mujer víctima de violencia de género, como pueden ser las personas mayores, las personas con discapacidad o en situación de dependencia.
La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, lo define como "una agresión a los hijos para hacer daño a las mujeres a través de ellos".
Se trata, en definitiva, de una deshumanización de las personas más vulnerables y cercanas a la víctima de violencia de género con el objetivo de convertirles en un objeto para aumentar aún más si cabe el dolor de la víctima y provocarle un sentimiento de culpabilidad por no poder proteger a sus hijos o personas a su cargo.
Existen muchos tipos de violencia vicaria, siendo el caso más extremo el asesinato de menores para satisfacer el deseo de generar dolor en la víctima de la violencia machista, la madre de los niños.
Es, por ejemplo, el tipo de violencia que ejerció José Bretón sobre su mujer, Ruth Ortíz, con el asesinato de sus hijos en 2011, Ruth y José. Antes de cometer el parricidio, Bretón ya había amenazado a su expareja asegurando que le daría "donde más duele".
El caso de las niñas de Tenerife se incluye también en esta lista negra. Tomás Gimeno, el padre de las menores, mandó numerosos mensajes a la madre de Anna y Olivia que evidencian que su desaparición no fue ningún accidente. Ahora, 45 días después, el hallazgo del cadáver de la pequeña Olivia en las profundidades marinas cercanas al puerto de Güimar ha confirmado los peores presagios.
Violencias que estremecen y que evidencian cómo un agresor machista es capaz de saciar su deseo de odio de la forma más cruel posible, renegando incluso de su propio vínculo paterno.