La historia de Gábor es de las que emocionan. Diez años después de quedarse ciego alguien le ofreció un trabajo que jamás pensó que volvería a hacer. La pasión de su vida: ser el director de fotografía de un documental. No podía ver lo que tenía delante. Ni siquiera la cámara con la que estaban grabando. El rodaje se convirtió en una aventura y en un auténtico reto.