El buque oceanográfico Ángeles Alvariño, que rastrea el fondo marino cerca de la isla de Tenerife en busca de Anna y de Tomás Gimeno, no puede seguir haciéndolo durante mucho más tiempo.
El motivo es su robot submarino, el 'Liropus 2000', un aparato que necesita un mantenimiento exhaustivo: cada 100 horas de trabajo deben desmontarlo y limpiarlo porque, si no, falla, como está pasando en los últimos días.
El inconveniente es que este proceso es muy complejo y solo puede hacerse en la Península por una empresa especializada con sede en Vigo y tarda varias semanas. Así, que tarde o temprano, tendrán que llevárselo.
El problema es que no hay más robots de este tipo en España y, de hecho, solo hay 22 en todo el mundo. Concretamente, el aparato cuesta un millón y medio de euros.
El Instituto Español de Oceanografía y el Ministerio de Ciencia están ayudando a la Guardia Civil a encontrar algún robot similar en otros países. Buscan por todo el mundo empresas que los utilicen, como las de de instalación de cables submarinos o plataformas petrolíferas.
Otra alternativa es emplear un pequeño submarino tripulado que pertenece a una empresa privada estadounidense y que está ahora mismo en Tenerife en un proyecto científico. El presidente del Cabildo de la isla, Pedro Manuel Martín, asegura que podría intentar usarse en la búsqueda, aunque no está claro si serviría para este tipo de trabajos.
El Gobierno español está a disposición del caso, según le dijo ayer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la madre de las niñas en una llamada telefónica. "Llamó a Beatriz, avanzada ya la noche, para comunicarle que tanto Casa Real como todos los Ministerios estaban a su disposición", confirmaba el portavoz de la familia de Anna y Olivia, Joaquín Amills.
Además, una llamada del presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, al ministro de Ciencia, Pedro Duque, sirvió para que este terminara ordenando que el buque siguiera buscando, a pesar de que el fin de los trabajos en principio estaba previsto para ayer, miércoles.
Las razones
El inesperado giro de la investigación del kayakista desaparecido en agosto: fingió su muerte y huyó del país para cobrar un seguro de vida
El kayakista Ryan Borgwardt, desaparecido en agosto de este año, no estaba muerto. Según han descubierto los investigadores, el hombre había contratado un seguro de vida y decidió fingir su muerte para cobrarlo. Esta es la historia de película.