Supermercados, tiendas de barrio, venta directa por internet... Comprar fruta y verdura puederesultar más complejo de lo que pensamossi pretendemos mirar algo más que al bolsillo. A nada que tengamos algo de conciencia ambiental o social, surgen las dudas: ¿dónde 'narices' compro la fruta? Las peculiaridades y detalles de cada modelo de venta pueden ayudar a decidirnos y ver si encaja con nuestro objetivo.
En la cooperativa Bio Libere, en Getafe (Madrid), Loli y Manuel echan una mano en su supermercado de productos ecológicos reponiendo mercancía y etiquetando precios. Como socios, aparte de una cuota anual tienen que colaborar con dos horas mensuales de trabajo en la tienda. A cambio, tienen un descuento en los productos, pero, sobre todo, asociarse sirve para sostener un modelo de consumo tan sostenible como minoritario que pretende expandirse en la sociedad.
Como si de una metáfora de David contra Goliath se tratara, esta pequeña tienda se encuentra a un paso de cebra de distancia de un gran hipermercado de Carrefour. Allí, cualquier fruta o verdura allí puede costarnos la mitad. Dos opciones en universo de oferta. Vamos a analizarla.
Pequeños comercio: tiendas de barrio, mercadillos y mercados de abastos
El pequeño comercio de toda la vida está sufriendo las consecuencias de esta diversificación del consumo y de la brutal competencia de las grandes superficies. Las tiendas de toda la vida, las que encontramos a pie de calle, en mercadillos y en mercados de abastos, se ven abandonadas tanto por quienes buscan un consumo ecológico y de proximidad, como por quienes concentran toda su compra en una sola superficie.
Aunque cerca del 30% de las compras de alimentos frescos se siguen haciendo en tiendas tradicionales, este porcentaje es un 7% menor que hace cinco años, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), que vemos a continuación.
De hecho, este canal es el que mayor proporción de compras ha perdido a cierre de año 2021 (13,1 %). El comercio de proximidad y el gran servicio que hizo en los meses duros de la pandemia, con las ventas a domicilio y la mayor atención a personas mayores permitió un repunte en sus compras, pero con la vuelta a la normalidad, el consumidor ha vuelto al supermercado.
Esta cercanía es el principal valor de la tienda tradicional: la confianza en tu frutera o frutero, del que sabes que te advertirá si los melocotones no han venido muy buenos o si las cerezas de esta temporada están por las nubes. Además, la proximidad se traduce también en una adecuación a los precios de la zona, aunque no pueden competir con la economía a gran escala de los grandes supermercados.
No obstante, no todas las tiendas de proximidad son iguales: puede llegar a haber una importante diferencia de precio en los mercadillos: el medio especializado Consumidor Global calculó que la misma compra podría costar la mitad en un mercadillo de pueblo que en dos grandes superficies.
Algo similar ocurre con grandes cadenas de fruterías como Azahara, que tiene una quincena de locales en Madrid. Al revés, en las tiendas tipo gourmet, muy en auge, se prima la alta calidad, por lo que las frutas y verduras suelen estar más caras.
Como apunte negativo, en las tiendas pequeñas a veces es muy complicado encontrar opciones ecológicas, y es frecuente que no esté etiquetada la procedencia de las frutas, por lo que si en tu compra aplicas valores de sostenibilidad o de producción local puede que te resulte más complicado.
El crecimiento de las tiendas discount
Este modelo de negocio es el que se está llevando la palma en los últimos años. Quizá el nombre de discount (descuento, en inglés) en sí no te diga nada, pero seguro que lo conoces: se trata del modelo Lidl, Aldi y Dia así como su versión hipermercado CostCo, de suscripción; estas dos últimas, además, cotizan en bolsa. El principal reclamo de estos centros son los grandes descuentos y tirar los precios al máximo, entre otras cosas reduciendo al mínimo el gasto en decoración y mobiliarios... Eso sí, el surtido de productos es menos variado. Y las condiciones laborales de sus trabajadores a menudo ocupan titulares de prensa debido a huelgas y protestas.
En estos centros acudimos cada vez más a por frutas y verduras. Los españoles hemos aumentado un 2,6% la compra de productos frescos en este tipo de tiendas en los últimos cinco años. A favor: es muy fácil aquí encontrar productos con etiquetado ecológico, de producción local o versiones aptas para veganos o con intolerancias alimentarias. En contra: hay demasiados productos, algunos muy básicos, que son de importación y que dejan una huella ecológica innecesaria.
El E-commerce y la compra online a productores
Internet es la ventana por la que, aunque lentamente, cada vez se van colando más consumidores. Siguiendo con el gráfico de antes, el comercio electrónico ha ganado casi un punto en la cuota de mercado de productos frescos desde 2016. La pandemia hizo rebrotar el comercio on line, también el de las frutas y verduras, y muchos pequeños productores y distribuidores facilitan envíos directamente al consumidor.
Con este consumo nos evitamos costes asociados a intermediarios, que a menudo se identifican con el aumento del gasto del producto. Pero claro, al tratarse normalmente de pequeñas producciones, no vamos a encontrar gangas, pero nos aseguramos de que son precios justos acordes con el productor y con variedades de temporada.
¿Quieres probar? Pon "comprar naranjas agricultor" en Google y tendrás decenas de resultados de acceso directo a productores. Ahora, si nos ponemos puristas con la sostenibilidad, habrá que preguntar cómo se hace la distribución, porque hacer recorrer cientos de kilómetros una caja de naranjas sola puede ser menos ecológico que comprarla en una tienda física que la ha comprado a un mayorista.
Comprar fruta en supermercados e hipermercados
Los grandes ganadores de nuestro consumo de los últimos cinco años en frescos son los supermercados y autoservicios –no así los hipermercados, que han perdido cuota en los últimos años-: compramos el 36% de los productos frescos en este tipo de tiendas. Es decir, en España compramos más fruta y verdura en Mercadona que en la tienda de barrio.
Con una mayor escalabilidad, pueden recurrir más a ofertas, pero ojo, muchas veces tienen precios más elevados que los de las tiendas pequeñas. En este caso, depende de la empresa, pero en algunas que compiten en precio te será imposible encontrar frutas y verduras frescas ecológicas.
Además, aunque esto afecta también a comercios más pequeños, a menudo la excesiva selección de las piezas lleva a engaño, y aunque sean muy bonitas no tienen sabor, como destacó un análisis de 2019 de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) sobre los mejores supermercados para comprar fruta. Esto se debe también a la intensificación de la agricultura, de ahí que, con frecuencia, tantas frutas estén insípidas en estas grandes superficies.
Proyectos cooperativos y grupos de consumo
Como Loli y Manuel, que citábamos al comienzo de este artículo, hay una pequeña legión de consumidores cuya compra tiene un punto de activismo. No sabemos qué parte corresponde de nuestra compra en las estadísticas oficiales porque se engloba dentro de la categoría de 'Otros canales'.
Esta pequeña legión recurre a los llamados grupos de ecoconsumo o a los supermercados cooperativos. Aunque existen diferencias entre estos dos modelos, comparten los mismos fines: están autogestionados, buscan un cambio en el modelo de consumo y recurren a productos de proximidad, ecológicos o de comercio justo, primando el granel y los productos de temporada, evitando el plástico al máximo y además buscando una retribución justa a los productores y sus empleados.
En el primer caso, se hace una compra conjunta que suele ser semanal, o bien se hace un encuentro semanal al que acuden los vendedores. El segundo caso es como un supermercado en el que los propietarios son los mismos socios, ya sea como asociación o como cooperativa. Dentro de esto, los hay que venden a cualquier persona, como en Bio Libere, o los que solo permiten la venta a los socios.
En España este modelo –que nació en nueva York y que también ha triunfado en Europa- no ha dejado de crecer a paso lento y cuenta con unos 11.000 miembros, cuenta Fernando Navalón, secretario técnico de la Red de Supermercados Cooperativos. Están conversando con otros proyectos ya existentes para unirse, por lo que cuentan con acabar el año con unos 25 repartidos por toda España.
La preocupación creciente por los efectos del cambio climático ha hecho que muchas personas se asocien a este modelo. Productos ecológicos hay en muchos de los canales citados, pero a veces son de importación, y poco sostenible es unkiwi ecológico si viene desde Nueva Zelanda.
Y como el kiwi pasa igual con muchos productos frescos. La fiebre por los bajos costes hace que importemos cultivos que a su vez producimos en España para exportar como las legumbres: "En un supermercado convencional encuentras legumbres de Canadá, México y Argentina, esto es una locura porque producimos mucha aquí", explica Navalón.
Pero este modelo tiene sus limitaciones, reconoce: "Somos proyectos que partimos de la sociedad civil, sin conocimiento de la distribución y con funcionamiento muy voluntario". Por eso, tienen pensado dar un salto de escala y alcanzar cierta profesionalización "para llegar a mucha gente".
Otro de los problemas de este modelo son los precios, que deja fuera a mucha gente con bajos recursos. Aun así, asegura Navalón, al ser un modelo sin ánimo de lucro, cuando hay beneficios en las ventas se repercute en una bajada de precio: "Cuantos más somos, más barato es".
"Es más caro porque tiene mayor calidad y tiene menor producción", explica, y pide además a las instituciones que se involucren en este cambio de modelo: "¿Por qué hablamos de precio y no de salarios dignos? Las viviendas se comen buena parte del salario", denuncia, entre otros ejemplos de políticas que buscan un "mercado social".
Como ejemplo, una iniciativa impulsada del Ayuntamiento de Granollers (Barcelona), que ofrece bonos a seis familias vulnerables para adquirir alimentos en La Magrana Vallesana, el supermercado cooperativo del municipio.
En otra línea trabaja la ONG Justicia Alimentaria, que está recogiendo firmas para pedir eliminar el IVA de alimentos básicos, y diferenciarla fiscalmente frutas y verduras de productos como la bollería industrial y las bebidas azucaradas. Quién iba a decir que esa tarea tan rutinaria de comprar la fruta se iba a convertir en un todo un acto político. Ahora ya toca elegir, quien pueda.