Un pueblo que, después de pasar largas madrugadas en la almadraba, disfrutaba de su tiempo libre bailando sobre los mismos azulejos que ahora se dejan ver cada vez que el levante mueve la arena. Un pueblo que, por la noche, te invitaba a ir al cine para ver clásicos en esa pared blanca donde ahora una tal Raquel jura amor eterno a Óscar con un grafiti rojo. Era un pueblo con una escuela donde los niños aprendían que para tener un plato sobre la mesa había que trabajar duro. Un pueblo que los domingos iba a rezarle a la virgen del Carmen a la iglesia que hoy en día sigue en pie gracias a la devoción de sus propios feligreses.
A mi padre no le hubiera gustado que tiraran todo Sancti Petri, pero sí que lo hubieran reconstruido"
Antonio es uno de los pocos gaditanos que, después de 55 años, sigue viviendo allí: "Mi padre era el guardés del poblado y las familias que vivían aquí eran las que trabajaban en la fábrica de atún que dio vida a todo esto. Algunos se quedaban todo el invierno para mantener el pueblo y otros venían para la temporada de la pesca, desde mayo a finales de junio". El padre de Antonio se encargaba de guardar el poblado los meses que la fábrica estaba abierta y en invierno se dedicaba a la albañilería. Cuando falleció, la madre de Antonio dejó la casa para irse a vivir con su hija y Antonio se la quedó. "Aquí tenemos todos los servicios: luz, agua, alcantarillado, basura… A mi padre no le hubiera gustado que tiraran todo Sancti Petri, pero sí que lo hubieran reconstruido. Date cuenta de que como esta casa están todas, derruidas". Al ser del antiguo guardés, la casa está en la entrada del poblado y en una de las paredes blancas que miran al mar se asoman decenas de macetas rojas con plantas llenas de vida: "Esto es todo obra de mi madre, pero como luego me vine a vivir con mi mujer y mis hijos, hemos seguido nosotros con ello", explica sonriendo. "Antes, iba y venía desde Chiclana, hasta que ya decidí quedarme porque esto, si lo abandonas, te lo tiran".
Todo este enclave almadrabero está rodeado de agua, excepto por una lengua de arena que con el tiempo acabó convirtiéndose en carretera de doble sentido. A los lados, la marea juega a descubrir las orillas. Cuando las destapa, numerosos cangrejos salen y chocan, marcha atrás, con las anclas de antiguos barcos de madera que nunca nadie quiso volver a sacar a navegar.
La actividad en el poblado era constante hasta los años setenta, cuando el atún comenzó a escasear provocando el principio del fin. Muchas de las casas en estado ruinoso fueron demolidas en 2008, pero otras muchas sobrevivieron hasta nuestros días. A partir del 2013, el pintor Gabarre quiso conservar el alma marinera de este enclave dibujando atunes, delfines, ballenas, sirenas y piedras de colores en las desvencijadas paredes del poblado.
La mar es dura, es como el toro, te quiere coger"
Por las mañanas, cuando los gatos se levantan y empiezan a merodear por el puerto, muchos marineros salen a pescar. Mientras, otros se quedan preparando todo para el día siguiente, como Antonio (79 años. Tocayo del hijo del guardés), quien a las 10 de la mañana espera a su sobrino arreglando a mano un trasmallo (una red que sirve para pescar salmonetes). Está jubilado, pero va a ayudarle a diario con las redes: "La mar es dura, es como el toro, te quiere coger". Sin soltar el guante, recuerda que cuando era pequeño e iban allí a pescar no había carreteras: "Nos traía la mujer en un barquito por el río". Ahora, en ese mismo paseo hay unos esteros, "pero se están perdiendo por un pájaro que se come el pescado: el cormorán. Atraviesa al pez con su pico y se lo come". El padre de Antonio también trabajaba en la almadraba: "En mayo cogían los atunes y cuando había muchos los llevaban a Huelva o Barbate". Ahora usa su casa para guardar las redes: "Aquí quedan muy pocos marineros, murieron casi todos".
El papel de la mujer en el poblado
Y cuando Antonio habla de marineros, en masculino, no se equivoca. En la época de la almadraba en el poblado, eran pocas las mujeres que salían a la mar. Entre ellas, Fina, "la primera marinera de Sancti Petri": "Yo soy marinera, me he pasado nueve años embarcada en la mar, sacando la red, tirando los hierros, los banderines... ¡Encima en el barco!, que marea mucho. Sólo éramos tres mujeres, dos de Chiclana y otra de Conil", cuenta con orgullo.
Aquí, para trabajar, vas a la mar, o a algún apartamento a limpiar"
Cuando terminaba de trabajar, Fina arreglaba la casa y preparaba la comida para su marido y sus ocho hijos, algo que sigue haciendo hoy en día, aunque con algún plato más: "¡Tengo nueve nietos y ahora bisnietos también!", añade. "Mi marido se quitó de ser patrón, cogió la 'paguita' (la jubilación), pero yo no he podido cogerla porque tienen que ser quince años los trabajados. Lo que sí que tengo son unos papelitos de esos que dan ahora, unas ayudas para la gente que no tiene nada, y con esos vivimos". Fina se preocupa por el futuro de su familia ya que, según explica, allí "es muy complicado ganarse la vida": "Tengo a mis hijos repartidos por toda España. Aquí, para trabajar, vas a la mar, o a algún apartamento a limpiar".
Una pantalla de plástico la separa de todo aquel que va a su tienda a comprarle alguna de las bolsas de kikos y patatas fritas que coloca a diario en su estantería de madera: "Normalmente es mi nieta la que atiende a los chiquillos". Al lado, pegado en la pared, un cartel: 'Asociación de mujeres La Riberita'.
- ¿Una asociación de mujeres en el poblado?
- Las casas tú sabes que están caídas, están muy feas, pero vente cuando quieras a que mis hijas te cuenten sobre eso.
Lo que queremos es poder seguir viviendo aquí"
Herminia es una de las hijas de Fina que gestiona 'La Riberita': "La asociación lleva ya tiempo abierta, pero estamos intentando hacer más cosas, como talleres de manualidades, porque siempre estamos con los hijos o con los nietos y también tenemos que dedicarnos tiempo a nosotras. Es para ayudar a las mujeres, pero los hombres también son bien recibidos. Además, queremos dar cursos para formar a la gente, de coser redes, por ejemplo, porque ya casi no hay gente que cosa las redes. Cuando estas personas fallezcan tendrá que seguir habiendo gente encargada de estas cosas para la pesca…".
La asociación de Herminia no es la única que se encuentra en la zona, hay otras culturales, de pescadores… Todas ellas con un objetivo en común: no convertirse en 'los últimos de Sancti Petri'. "Lo que queremos es poder seguir viviendo aquí. Al final esto es un pueblo de trabajadores, de personas luchadoras. Mi idea es seguir haciendo talleres para asentar a la población y para que sigan con la cadena. Por ejemplo, mis padres ya no están en el barco, pero están mis dos hermanos. Si no cogemos pescado, no lo comemos… Ahora ya hay menos, y la cadena cada vez va deteriorándose más".
Una lucha entre pasado y presente
El poblado lleva desde 2018 albergando en verano el Concert Music Festival, un evento que ha dado a conocer aún más la zona con artistas como David Bisbal, Vanesa Martín, Pablo Alborán o Aitana. "Los conciertos dan mucha vida a esto. Me puede pasar lo de la otra noche que me acosté a las cuatro de la mañana", asegura Luis mientras muestra el dibujo que hizo él mismo en el suelo de la entrada de su casa: "Esto lo he hecho yo, porque como tuve que hacer un escalón…Es que esto depende de las mareas. Un año coincidió la luna con una marea grande y llegó el agua hasta dentro de casa así que decidí hacer este escalón y debajo dibujar mi barquito".
Luis lleva diez años yendo al poblado a pescar y usa su casa para guardar todos sus utensilios: "Vivir aquí es una tranquilidad que ni te imaginas. Por las noches, en lugar de ir al pueblo (Chiclana), porque igual te coge la marea muy tarde, pues ya me quedo aquí a dormir. Si quieres puedes entrar a verlo". Su radio preside la mesa redonda que tiene en el cuarto principal con 'Oh happy day' a todo trapo. Entre las redes de pesca que hay en la pared, enseña un pequeño altar a la virgen del Carmen: "Todos los marineros la tenemos", cuenta. "Ahora en verano hay tanta gente que si te quieres ir a pescar te tienes que ir al castillo, donde voy yo, pero aquí en la costa es increíble la cantidad de gente que hay con las motos de agua, los barcos… parece que estás en una autopista".
La Agencia Pública de Puertos de Andalucía explica que el puerto deportivo de Sancti Petri, "por sus dimensiones y por tener un número reducido de atraques, está generalmente completo desde hace años". Y es que, en verano, la actividad del puerto no cesa. Hay varias empresas que hacen visitas en barco al Castillo de Sancti Petri, otras que se dedican al alquiler de lanchas, o kayaks, y que hacen cursos de paddle surf, katesurf y demás actividades náuticas. Todo ello ha hecho que la gastronomía también tenga su hueco en el poblado con restaurantes que siguen abiertos hasta después de la temporada alta. Es como si pasado y presente estuvieran continuamente luchando entre las calles del poblado por ver quién tiene más derecho a quedarse.
Un atardecer envidiable
Sin duda, uno de los lugares más envidiados para ver el atardecer es la azotea de José María. Él lleva 27 años viviendo en el poblado y su casa es una de las protagonistas de la zona: La Bella Esquina. "Yo mismo tuve la idea de ponerle este nombre. Fui a que me hicieran las letras, lo pinté y lo colgué en la pared".
- ¿Por qué ese nombre?
- ¿Tú has visto esto?
En su puerta aún tiene el catálogo de helados que vendía, aunque ahora ya sin color: "Está cerrado", grita desde dentro cuando alguien se acerca. En la entrada, unas escaleras de madera suben a la azotea donde un brezo da sombra a su silla de playa que mira siempre al Castillo de Sancti Petri. Todos los que pasean para ver cómo se esconde el sol entre las dunas de la Punta del Boquerón acostumbran a alzar la cabeza esperando a que José María ponga música: "Con el virus y con las cosas como están ya no pongo nada. Están muriendo muchas criaturas y no es plan de poner música, pero a la gente le encantaba… A ver si el año que viene se pone la cosa mejor, pero todavía se está muriendo mucha gente", se resigna mientras el naranja del atardecer se mezcla poco a poco con el azul del mar. Esta vez, también, con el radiocasete de José María apagado.