La dueña de la perra, Neire, descubrió que su nueva mascota tenía cada día una cita a las nueve de la noche con una mujer, Lucia Helena de Souza.
Desde hacía años, Lilica recorría varios kilómetros desde el depósito de chatarra para cenar con esta mujer, que es profesora y preparaba alimento especialmente para la perra.
Sin embargo, Lilica nunca terminaba la comida que la mujer le preparaba. Todo lo contrario, recogía la bolsa que contenía la comida y se la llevaba consigo al depósito.
Al parecer, la perra había adoptado como parte de su familia a otros animales que vivían con ella en el vertedero y, cada día, compartía con ellos su comida. Entre estos animales había una familia de pollos, un gato y varios perros.