La investigación de la Policía empezó a dar sus primeros pasos y se lanzó una alerta mundial. La Interpol dispone de una base de datos sobre obras de arte robadas que ayuda a la localización de los objetos culturales sustraídos. Se denomina Dulcinea y llega a 162 países. "Era difícil colocar un objeto como ese", subraya el fiscal Antonio Roma.
El robo del Códice Calixtino, en julio de 2011, tenía la máxima prioridad. Para el fiscal, el juez y la Policía el objetivo era recuperar el manuscrito sin que sufriera daños. La principal preocupación era que saliera de España, por lo que la Policía cerró la ciudad de Santiago de Compostela. Se puso en marcha una 'operación jaula'.
El juez instructor, José Antonio Vázquez Taín, explica sobre este tipo de operaciones que "son a la desesperada" y "tienen más de psicológico que de real". "Se trata de que si la persona -autora del robo- no es muy profesional, sabiendo que toda la ciudad está cerrada lo guarde y esconda". En definitiva: ganar tiempo para poder llegar hasta él.
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En las calles de la ciudad los agentes no dejaban ni un solo vehículo sin registrar. Mientras tanto, en los despachos de la Policía se buscaba a los ladrones internacionales en las bases de datos.
El Ministerio de Cultura supervisaba las cuentas
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La periodista Eva Lamarca explica en este vídeo cómo se movía el dinero entre la SGAE, la SDAE y las diferentes empresas del entramado. En el sumario del caso aparecían reflejadas "habitaciones de hotel, relojes de lujo y una factura de 66.000 euros de un gimnasio"