Las cámaras de seguridad de la Catedral de Santiago eran reveladoras en la investigación del robo del Códice Calixtino. En una toma se podía ver a un hombre caminando por el claustro. En cambio, tenía los movimientos estudiados. Según el juez, "es capaz de hacerlo sin que se le vea la cara. Parece que está memorizando los movimientos para poder hacerlo midiendo el tiempo, los movimientos y sin que nadie le vea al mismo tiempo para ver cuánto le va a llevar hacerlo".
Las cámaras de seguridad le sitúan muy cerca del Códice, su enemistad con el deán está más que acreditada y su despido le da un motivo para hacerlo, pero a pesar de todos los indicios no hay una sola prueba en su contra un año después del robo del Códice.
Por este motivo, se hace una reunión histórica en la que se sientan el deán y el electricista. El pacto es que si el deán le pide perdón, él dirá dónde está el Códice, pero la reunión fracasa por la frialdad de ambos.
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Sin embargo, hay un punto de inflexión en la investigación cuando la Policía trata de tomar declaración a todas las personas afines a la Catedral. Por primera vez desde el robo el deán recupera la memoria: lleva a la Policía a una capilla de la que nadie había hablado hasta el momento, la capilla de Alba. Allí había un llavero con la llave del archivo y la caja en la que se guarda el dinero. Era la llave con la que habían entrado a robarlo y, además, tenía la letra del electricista. El motivo por el que, aún sabiéndolo, el deán no delató a Manolo Castiñer es un misterio aún a día de hoy.
Juan Carlos I, presidente de Honor
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