La adulta que estaba cuidando de este niño no pudo creer lo que estaba viendo. El pequeño jugaba a meter su cabeza por el agujero de la silla cuando, después de meterla por completo, no pudo sacarla.
Los dos pasaron unos momentos angustiantes hasta que por fin, igual que entró, salió "sin necesidad de los bomberos", asegura Alfonso Arús.
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