Después de haber visitado, probado la comida y evaluado a La Viajera, de Verónica, los participantes de Batalla de restaurantes se dirigen hacia el local de Ñin, la concursante que más pegas le ha puesto a su primera rival. Diego, de Miramar, revisa la carta de El Muelle y pide chuletón de buey. "Pero, ¿es de buey buey?", pregunta con extrañeza. "A mí me lo venden por buey", responde ella sonriendo.

A ninguno de los hosteleros les acaban de convencer los platos que Ñin pone sobre la mesa y después de probarlos, comienza el chorreo de críticas. Jordi Pons, el cocinero de Sa Fonda, tiene un comentario que hacerle sobre el intenso sabor a limón de las alcachofas confitadas. Ñin le responde, de nuevo, con una sonrisa y le confirma que la bechamel es de limón. Su gesto cambia cuando entra en cocina y habla con su cocinero y marido.

"¡Gilipollas! ¡Gilipollas!", suelta por la boca. Las cámaras de Batalla de restaurantes, presentes en todas partes en todo momento, recogen este tenso momento.

Llega el turno de la caldereta de langosta, que tampoco es del agrado de los presentes. "La langosta está pasada y tiene arena. Comerte una langosta y que tenga arena da que pensar que no se ha limpiado. No se ve que se trabaje a diario", juzga Diego. Incluso Verónica critica en esta ocasión... y eso sí que saca de quicio a la hostelera. "Esta chica, de caldereta tiene poca idea. Es más, discutirle a un menorquín una caldereta...", ríe en compañía del cocinero.

Las carnes tampoco gustan a sus comensales. Verónica quiere el punto más hecho. Pero la gran bomba estalla con Diego. "Yo no creo que esto sea de buey". El restaurador había insistido al principio acerca de esta cuestión. Él conoce bien el género, los proveedores y las características de este tipo de carne.

Chicote quiere ver si Ñin tiene el certificado que asegura que se trata de buey auténtico. "Él dice que no tiene nada de eso", cuenta Alberto en la mesa después de recibir la respuesta de cocina. "Con la vara que mides serás medido", sentencia Diego.