En 1998 el recién creado Grupo de Homicidios de la Ertzaintza se enfrentó a tres investigaciones en unos meses en Vitoria, lo cual es especialmente anómalo, raro y preocupante. Tras la profesora Esther Areitia y el jubilado Acacio Pereira, apareció otro cadáver: Agustín Ruiz, de 73 años. Su cuerpo fue encontrado por su propio hijo en el taller de máquinas tragaperras que regentaba. "Los hechos ocurrieron, se veía claramente, nada más traspasar la entrada y luego el cadáver acaba siendo arrastrado lejos de la vista de nadie", explica Alberto San Emeterio, oficial de la Ertzaintza.

"El cadáver estaba en decúbito prono, estaba como boca abajo", detalla el médico forense Carlos López de Sosoaga, que detalla que en ese primer momento ven "que tiene múltiples heridas de arma blanca, muchas en la zona del tórax y muchas en las manos, de haberse defendido, de haber peleado". Además, "el agresor intentó medio lavarse, dejó muestras de sangre tanto en el lavabo como en el bidé y tuvo que huir manchado de sangre", detalla. Por otro lado, el hijo de la víctima afirmó que faltaba un reloj de oro, la cartera y unas llaves del domicilio. Los investigadores comprobarán más tarde que en casa de Agustín se ha sustraído una cantidad considerable de dinero.

Agustín Ruiz era una persona muy conocida en Vitoria, tenía máquinas tragaperras en muchos bares. "Era muy conocido en los bares, donde hacía la recaudación, manejaba bastante dinero

porque en aquellos tiempo eran un buen negocio las máquinas tragaperras", explica Celedonio Moreno, jefe de protección ciudadana de Álava. "Llegamos a la conclusión de que era un hombre duro, contundente, con carácter, dueño del negocio, pero dueño y señor", recuerda, por su parte, Alberto San Emeterio, que detalla que "tenía hijos, que los tenía empleados, pero los tenía empleados en tareas menores y sin ninguna responsabilidad".

Además, la Ertzaintza descubre que Agustín se dedicaba a prestar dinero a personas que comenzaban en nuevos negocios, sobre todo en bares. "Era en su mayoría dinero negro", destaca Alberto San Emeterio, oficial de la Ertzaintza, que explica que "para recuperar ese dinero, que no consta en ningún sitio, tienes que ser una persona de carácter porque, si no, no lo recuperas". Tras la investigación policial de varios asesinatos parecidos en ese momento se descubrió que el asesino había sido Koldo Larrañaga, al que Agustín había prestado dinero y quien posteriormente confesó el crimen achacándolo a una disputa por dinero.