Tras la desaparición de Vanessa Lorente con su hijo Daniel, sus amigas reciben mensajes desde el teléfono de la joven afirmando que se había ido a Madrid. Unos mensajes que refuerzan la hipótesis que barajan agentes de que Vanessa habría huido con su hijo para iniciar una nueva vida. Por ello, los agentes de Fene cierran la investigación con el sello de huida voluntaria, pero no será por mucho tiempo, porque cuando la carpeta llega a la mesa de la Policía Judicial de Ferrol, el caso va a dar un giro de 180 grados.

"En la denuncia, en principio, daban por buenas las primeras diligencias de que podía estar en Madrid la chica, pero tanto tiempo sin dar señales de vida y sin medios económicos...", reflexiona Enrique Sixto, cabo Primero, que afirma que después de un mes sin que nadie tenga noticias, dicen: "Aquí pasa algo, esto pinta mal". Si Vanessa no ha desaparecido realmente de forma voluntaria, la clave del caso puede tenerla alguna de las personas que la vieron por última vez a ella y a su hijo Daniel.

En el cuartel de Ferrol se va a tomar declaración a su entorno más próximo. Unos amigos afirman que el 13 de agosto invitaron a Vanessa a comer en su casa en Fene y, durante el transcurso de esa comida, la joven recibió una llamada en su teléfono. Las personas que están con ella escuchan cómo queda con una mujer para verse después de comer. Esa reunión se produce

en la Cafetería Pan Neda. "Aparece con una chica y están ahí sobre un cuarto de hora o media hora, charlando despacito, que no se les percibía lo que hablaban", explica Julián Santos, dueño del local y testigo del encuentro.

"Al cabo de ese tiempo, la chica sale y me dice, 'hasta luego, Julio'. Salió Vanessa y ella", explica Santos, que describe a la mujer que acompañaba a Vanessa: "Una chica de complexión gruesa, con ojos saltones". La información que aporta el dueño de la cafetería va a ser clave, porque confirma que Vanessa había quedado esa tarde con una mujer. ¿Pero de quién se trata?