Una técnica letal de origen militar y una joya de fabricación americana con el mapa de Sicilia son dos indicios que van a orientar la investigación de los asesinatos de Mercedes Lázaro y Eva María Aznárez hacia un lugar que hoy pocos recuerdan: la base americana de Zaragoza. Y es que el asesino debía ser uno de los militares de la base americana de Zaragoza que anteriormente hubiera pasado por la base siciliana. Pero, ¿quién?

En el expediente de 1992, los investigadores van a encontrar un testigo: el hombre que encontró el cadáver de Eva María y que estuvo a escasos metros del asesino. Se trata de un vigilante de seguridad de la urbanización donde vivía Eva María que vio a una persona arrastrando un cuerpo y llegó corriendo a la zona. "La noche del 16 de abril de 1992, estaba haciendo la ronda habitual por la urbanización Liceo, cuando, en la cancha de baloncesto, me pareció ver a un individuo que me pareció sospechoso", recordó el hombre, que destacó que se acercó a él: "Entonces vi que el sujeto arrastraba un cuerpo".

"Pensé que podría tratarse de un desmayo o de un accidente y empecé a preguntar si necesitaban ayuda", contó el vigilante de seguridad en su declaración, en la que explicó que esa persona empezó a decir que no le entendía. Cuando el vigilante intenta enfrentarse a la persona que arrastraba el cuerpo, esta persona pega una carrera veloz, salta la valla y desaparece de su vista.

"Antes de huir, lo tuve a unos metros. Tenía unos 18 años y mediría, más o menos, 1,85", detalló el vigilante, que afirmó que se trataba de una persona "de raza negra": "Vestía un pantalón oscuro, un suéter de cuello alto y zapatos de punteras anchas". "Cuando me habló, noté que era extranjero", explicó el vigilante. Este testimonio del vigilante de seguridad de la urbanización donde vivía Eva María, tuvo un gran valor porque dio unos datos que no se tenían en el caso de Mercedes Lázaro.