En el año 1997 Bilbao inició su proceso de renacimiento. La ciudad quería dejar atrás su imagen industrial y el Museo Guggenheim fue el proyecto para conseguirlo.
"Desde el 1850, cuando se crearon los primeros altos hornos modernos fuimos una ciudad industrial, pero en los años 70, entramos en crisis. Hubo una decadencia del sistema industrial, altos índices de desempleo, un deterioro medioambiental y urbano terrible. Bilbao estaba desesperada y sin esperanza en el futuro", explica Ibon Areso, miembro del Consejo del Museo Guggenheim.
Una de las vecinas, Begoña Etxeberria, cuenta que la "zona estaba abandonada porque había pabellones de antiguos talleres derruidos, la ría estaba muy sucia".
Entonces, se plantearon recuperar el empleo, pero hacerlo en el sector servicios, algo para lo que, según Ibon Areso, había que "cambiar el chasis físico, pasar de una ciudad fea e industrial a una más amable".
Fue en el proceso del cambio de modelo de ciudad cuando al diputado general de Vizcaya, Alberto Pradera, "le llegó la noticia de que el Museo Guggenheim de Nueva York estaba buscando una localización en Europa".
El lanzamiento de este museo provocó las críticas en los medios de comunicación, que consideraban que "los americanos les habían engañado", pero finalmente consiguieron sacar el proyecto adelante.
La inauguración estuvo empañado por el asesinato del ertzaina Txema Aguirre, que evitó un atentado de ETA. La banda terrorista, contraria a la construcción del Guggenheim, intentó colocar tres maceteros con 12 lanzagranadas.
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