Un día después de los atentados del 11 de marzo se organizaron marchas en toda España en rechazo de los atentados, y el entonces príncipe Felipe encabezó la manifestación de Madrid. Nunca antes un miembro de la casa real había acudido a una marcha de ningún tipo.
En Barcelona la unidad de la manifestación se rompió cuando algunos miembros del PP fueron abucheados por a multitud. Una gran parte de la ciudadanía vinculó los atentados con la entrada de España en la guerra de Irak, tesis que el Gobierno rechazó.
Desde Moncloa mantenían que el principal sospechoso era ETA a pesar de que habían aparecido los primeros indicios que apuntaban al terrorismo islamista.