Los trabajadores de Sintel y sus familias llegaron a pasar seis meses en el campamento, día y noche. Mantuvieron su protesta con el lema 'Sintel no se rinde' y recibieron el apoyo de la mayor parte de la sociedad. A pesar de ello, siete trabajadores no aguantaron y se suicidaron.

El ejecutivo de Aznar llegó a intervenir y finalmente se logró el acuerdo de las partes por el que se aseguraba el pago de las nóminas atrasadas, un plan de prejubilación para mayores de 55 años y la reubicación del resto de la plantilla en empresas del sector. Llegó el momento de levantar la acampada.

Sin embargo, las promesas se quedaron en papel mojado y los trabajadores siguieron manifestándose hasta que ya en 2013 Telefónica les pagó las indemnizaciones que les correspondían. Tuvieron que esperar ni más ni menos que 17 años para dar por terminada su lucha.