Los turistas han pasado de ser vistos como una fuente de riqueza a una fuente de molestia. Pero la turismofobia, como se conoce a este rechazo hacia los turistas, ya ocurría hace siglos. Mikel Herrán explica que el turismo masivo fueron los peregrinajes. "La gente se colgaba la mochila para salvar su alma", argumenta. En la Edad Media la gente viajaba hasta Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela.
"A Santiago llegaban unos dos millones de visitantes cada año y en el siglo XV. En , en Roma, se llegó a contar, en un solo día, 40.000 visitantes entrando en la ciudad", explica Mikel. El historiador indica que Jerusalén se convirtió "en la sede del turismo internacional". "En la Semana Santa de 1169, un peregrino alemán contó hasta 80 barcos llenos de peregrinos que estaban desembarcando en el puerto de Acre", indica. Debido a ello, Acre se convirtió en una ciudad inhabitable ya que "era bastante pequeña y antigua, y se vio arremetida por todos estos peregrinos".
Herrán desvela que en la Edad Media se daba una tradición turística que ha sobrevivido hasta nuestros días: "Que los propios turistas se quejen de hay demasiados turistas". "De eso se quejaba un peregrino griego que, nada más llegar a Acre dijo 'esto está llenísimo de extraños'", cuenta el historiador. Otro paralelismo con el mundo moderno es que las autoridades, en vez de buscar soluciones a la higiene y la habitabilidad, "priorizaban a los peregrinos porque el reino de Jerusalén tenía muchos enemigos, muchas guerras que pagar y estos peregrinos tenían dinero".
Los peregrinos eran un negocio más y Acre y Jerusalén se llenaron de mercaderes que proveían todo lo que podía necesitar un peregrino, desde ropa a souvenirs. "En la Edad Media causaban sensación las insignias de peregrinos, imágenes de santos hechas en metal que pasaban por el relicario y luego se cosían a la ropa", argumenta Mikel.