María Teresa Rivera, es la primera refugiada por abortar. Nació en un pequeño pueblo de El Salvador, y tuvo una infancia muy difícil. Su madre desapareció durante la guerra y con tan solo cinco años tuvo que hacerse cargo de su hermano de dos.

Tenía que trabajar para que él y su hermano pudiesen comer, y comenzó limpiando verduras en el mercado. A los siete decidió ir a la escuela, pero solo podía hacerlo por la noche. Después, fue a parar a la organización de Aldeas Infantiles, donde pudo crecer y estudiar, llegando a sacarse el Bachillerato.

Con 22 años tiene a su primer hijo, se separa de su pareja y pasado el tiempo, el 24 de noviembre del 2011, llega el día que marca su vida. Era de madrugada y sintió que tenía que ir al baño: "Pensé que algo me había sentado mal. No sabía que estaba embarazada".

"El baño es una fosa, porque somos pobres, y yo solo sentí que me había bajado algo muy rápido. Cuando me levanto estoy bañada en sangre y me desmayo", relata. Al despertarse, estaba en una camilla de un hospital, esposada: "Me decían que había matado a mi hijo y que era una asesina. Quedé detenida".

En su primer juicio le preguntaron que con qué había cortado el cordón umbilical. "Yo no había cortado nada. No me hicieron ninguna prueba, ¿cómo podían decir que yo había matado a mi hijo?". Entonces ingresa en prisión, condenada a 40 años por homicidio con agravante.

"Primero me acusan por aborto y luego me cambian la tipificación a homicidio agravado", explica. Ella no era la única que estaba en la cárcel por aborto y cuando empieza a conocerlas, se queda admirada por ellas.

Una de ellas es Maira Figureroa, que fue víctima de violación en la casa en la que trabajaba limpiando y se quedó embarazada. Parió sola, dentro de la casa, porque no podía contárselo a nadie, y su hijo no sobrevivió. Por ello, pasó 15 años en la cárcel, y el violador quedó libre. "¿Dónde está la justicia en El Salvador?El Estado protege al violador, pero no a las mujeres".

En este momento son 16 las mujeres en prisión condenadas a 30 y 35 años por abortar, y todas ellas son mujeres sin recursos. Las que sí tienen dinero "abortan en clínicas privadas o salen del país a hacerlo", cuenta Rivera. "No hay igualdad para nosotras", asegura.

En 2016 se repite el juicio y consigue la libertad absoluta, pero la Fiscalía apeló: "El Estado me persiguió y tenía miedo. Decidí irme a Estados Unidos, pero no tenía dinero". Gracias al apoyo de diferentes asociaciones logró salir del país.

Ahora sus metas son claras: "Quiero estudiar derecho, trabajar por las mujeres y defender a las personas que la sociedad olvida". Ahora lucha por que el aborto sea libre y legal: "Buscamos que los derechos sexuales y reproductivos sean un punto muy importante para en el mundo".