La violencia filio-parental es aquella ejercida por los hijos contra sus padres. Andrea Ropero tuvo la oportunidad de charlar con María y Juan, unos padres que recurrieron a la Fundación Amigó víctimas de la misma. Su hijo, como explicó ella, siempre había tenido mucho carácter pero "cuando se iba acercando a los 18 fue un desfase total". "Eran gritos en mi cara, portazos, patadas, romper cosas... ahí es cuando dije 'ha habido un antes y un después'".

La violencia llegaba ante cualquier negativa, "un simple lávate los dientes ya era un problema", argumentó Juan. El momento que les llevó a pedir ayuda fue su negativa a acudir a una boda. "Nos mandó a tomar por culo y vio unas macetas en una barandilla y les pegó una patada para que se cayeran", argumentó María. "Me vino la palabra violencia a la cabeza pero lo de filio-parental es muy doloroso", añadió, "esta es la persona que yo he criado y, de repente, me he convertido en su diana".

Finalmente, tomaron la decisión de denunciar a su hijo. María pidió a su hijo que limpiara su habitación si no apagaría el wifi. Cuando ella lo desconectó su hijo forcejeó con ella y la arrinconó contra la pared. A pesar de que aceptó pedir ayuda en la Fundación Amigó, finalmente decidió dejar de participar en los talleres y ni María ni Juan saben dónde vive.

Sobre qué les dirían a todos los padres que sufren violencia filio-parental, recomendaron que "ante la mínima duda de que hay violencia acudan a gente como la Fundación Amigó". "La violencia no es que te levanten la mano, es que te ninguneen, que tengas que vivir en tu propia casa en un estado de sumisión, hay muchas maneras... yo lo llamaría torturas", concluyó María.

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