El parto es una de las experiencias más importantes en la vida de una mujer pero algunas se han sentido muy frustradas por el trato recibido. Este es el caso de Sofía Gallego, a la que entrevista Andrea Ropero por ser una de las víctimas de la violencia obstétrica, que sufrió durante el parto de su primer hijo a los 28 años: "Fue un parto muy difícil. Viví una situación de sentirme muy infantilizada por no ser capaz de tomar ninguna decisión".
El personal del hospital entraba a la habitación, "miraban el registro, hacían lo que tenían que hacer" y se iban, pero nadie le informaba de lo que estaba pasando. Después de inyectarle oxitocina y romperle la bolsa amniótica, uno de los médicos le comentó que no les estaba gustando cómo se estaba desarrollando el parto y que iban a practicarle una cesárea.
"En la mesa de quirófano lo primero que hicieron fue atarme las manos", recuerda Sofía, a la que hicieron una incisión por la que no cabía el niño porque "estaba muy encajado en el canal de parto". Fue en ese momento cuando el ginecólogo la dijo: "No te quejes tanto que estás anestesiada, no te puede doler". Lo siguiente que recuerda es cómo una persona se subió encima de sus costillas y luego se fundió todo a negro: "Creo que me sedaron", explica a Andrea Ropero, a la que confiesa que luego tiene un "vago recuerdo de un trapo verde con una cabeza dentro" y otra vez las palabras del ginecólogo: "Mira a tu hijo que luego os quejáis de que no os enseño a los bebés".
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Esto provocó a Sofía una "depresión postparto" y un sentimiento de "culpa" que siempre va con ella por no haber sabido defenderse, ni haberse informado mejor y por permitir que le hicieran "determinadas cosas": "Tendría que haberme puesto en mi sitio".