Esta noche, Sergio Rodilla, director de marketing de L'Antiga Valenciana, se convierte en el jefe infiltrado. El ejecutivo se hace pasa por Jacobo, hijo de un aristócrata cuyo padre quiere que demuestre que sabe ganarse la vida antes de heredar el título.
Sergio se infiltra entre sus empleados para comprobar si respetan los valores tradicionales de la compañía, las históricas heladerías fundadas en 1931. Bajo esta identidad falsa comprueba que algunos de sus trabajadores no solo regalan abrazos, sino también producto si eres su amigo. Otros, tienen más fuerza para romper el mostrador que maña para poner un helado y otros reinventan la carta a su gusto.
Durante una semana y sin levantar sospechas, trabaja con un empleado que, tras estar 20 años al frente de la misma heladería, ha adquirido malos hábitos y fideliza a los clientes de una forma poco rentable para la empresa. También comparte jornada con una trabajadora del obrador que demuestra ser una maestra a la hora de elaborar tartas, cocas y demás delicias de la repostería dulce y salada. Pero, como nunca hay dicha completa, el jefe se ve obligado a impedir que una tarta salga al mercado al no cumplir los requisitos mínimos exigidos por la empresa.
Sergio aprovecha para trabajar en una heladería de Mamma Luisa con una franquiciada que, sin consultar con la empresa, ha decidido crear su propia heladería para cambiar todos los protocolos impuestos; desde reinventar la carta hasta la exposición de los helados en los mostradores.
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Por último, también se cuela en el local más antiguo de la empresa, donde trabaja con una empleada que tiene serias dificultades para hacer un helado, algo irónico tratándose de una heladería.
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