"¡Hola a todos! Este lugar es increíble. Está en el piso 73, así que tiene una de las mejores vistas de la ciudad", dice en inglés @blancafrancom, una influencer española afincada en Dubái, en un vídeo que subirá a sus redes sociales. Como ella, jóvenes, con miles de seguidores en redes sociales contribuyen a vender esa imagen de ciudad cosmopolita y moderna. Blanca se encuentra con Jalis de la Serna en un restaurante de lujo ubicado en un impresionante rascacielos. "Te voy a enseñar ahora una experiencia de influencer", le dice al periodista mientras le preparan un cóctel.
Blanca tienes 105.000 seguidores. Jalis, "4.000 y pico". "Te pondré una historia a ver si subes", le ofrece. Por cada vídeo cobra unos 1.000 euros. "La verdad es que se vive bien", reconoce. "Todos los días voy a cenar a un sitio diferente. Hay días que digo que quiero estar en el sofá y no quiero salir, (...) pero tienes que estar muy presente porque la cosa en Dubái también es que hay muchos influencers".
El gobierno de Dubái trata de competir con Andorra a la hora de atraer creadores de contenido. Promete, una vez más, la misma receta que a las grandes fortunas: lujo y bajos impuestos. A cambio, se garantiza mensajeros. "Vine a Dubái por la crisis en España", cuenta la licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas. "Empecé a trabajar en hostelería y de ahí surgió. Empecé a hacer redes sociales, empecé a subir los followers, y dije: '¿por qué no?'".
A pesar de lo que puede llegar a parecer por la imagen que da de Dubái y de los Emiratos Árabes Unidos en general en sus redes, lo cierto es que también es consciente de las restricciones. "Por ejemplo, está prohibido que grabes a otra gente sin su permiso. No es como en Europa. Hay ciertos temas que no pueden enseñar. Sexualidad..."
"A mí me ha pasado una cosa, que es que he intentado llamar a Europa con una llamada de WhatsApp y no me funcionaba", se queja Jalis. "No te sé decir por qué, pero no se puede. Incluso Skype solo funciona si pagas".
Pero estas limitaciones impuestas por el estado no se limitan al ámbito de las redes. Cuando Blanca llegó a Dubái, sí que encontró cierta discriminación hacia la mujer, aunque ella no lo define de esta manera. "Cómo te vestías y demás era diferente". Ahora, asegura que no, pero relata algunas 'curiosidades' acerca de su vida diaria. "Vas al médico y tienes sección solo de mujeres. Vas al metro, hay sección de mujeres. Ahora por ejemplo puedes tener hijos sin casarte. O puedes vivir con tu pareja sin casarte. Ahora ya sí", recalca. "Cambiaron la ley... el año pasado me parece".
Ella cree vivir con total libertad, y también lo piensa de las mujeres que conoce, en gran parte, extranjeras. Jalis de la Serna le hace la pregunta definitiva. "¿Hay muchas diferencias entre las dubaitíes que viven aquí y las occidentales?". Blanca responde con honestidad. "Sí. Ellas van tapadas. Cuando te mudas aquí, sí que te da un poco de... no impresión, pero como contraste. Lo único es que tienes que tener cuidado con la cultura. Por ejemplo, besarte en público con tu novio cuando hay emiratíes frente a ti... La policía va a venir y te va a decir: 'Mira... No aquí.'. Y ya está".
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Las relaciones homosexuales no están "bien vistas", reconoce. Dos chicos no pueden besarse en público. "Llegaría la policía, se los llevaría a comisaria, supongo, y de ahí no te puedo decir lo que pasaría porque la verdad es que no lo sé". El Código Penal de los Emiratos Árabes Unidos tipifica la homosexualidad y la transexualidad con castigos que van desde la cárcel hasta la pena de muerte.
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