A 25 kilómetros del centro de Madrid, junto a la carretera de Extremadura, se encuentra Valdefuentes. Se trata una finca rústica de casi nueve millones de metros cuadrados que Francisco Franco compró y explotó, pues era el lugar donde el dictador acudía a cazar los fines de semana, tal y como contaba Equipo de Investigación en un programa de 2012 que laSexta ha vuelto a emitir este sábado.
La propiedad, que ocupa casi la mitad del término municipal de Arroyomolinos, pasa a nombre de su hija, Carmen Franco, antes de fallecer. Buena parte de las casas de la localidad se construyen sobre un terreno que fue propiedad de la familia Franco, ya que después de tres intentos, consiguen que una parte de la finca se recalifique.
"Se recalifican 3,3 millones de metros cuadrados y se hace en un tiempo récord, en 10 meses", señalaba Juan Carlos García, exconcejal del municipio, que explicaba que, según decían en la época, se había vendido por 250 pesetas el metro cuadrado y pasó a unas 10.000 pesetas el metro cuadrado.
Equipo de Investigación comprobaba en el registro mercantil que antes de que se empezara a construir en Valdefuentes la sociedad de los Franco presentaba pérdidas, pero los años siguientes esa misma sociedad presenta importantes beneficios, casi ocho millones de euros. "Gran parte de la fortuna y del dinero de los Franco en este momento está en esta finca y es de donde han sacado grandes rentabilidades a la inversión realizada por el abuelo hace muchísimos años", afirmaba el historiador César Alcalá.
*Tras la muerte de Carmen Franco en 2017 a los 91 años, sus hijos heredaron sus propiedades. La familia ha vendido las empresas de aparcamientos por 17 millones de euros y el pazo de Meirás pasó a manos del Estado en 2020 por decisión judicial. El constructor Fidel San Román fue condenado en la operación Malaya a ocho meses de prisión y multa de 750.000 euros.
**El contenido al que hace referencia la información forma parte de un programa de Equipo de Investigación de 2012 que laSexta ha vuelto a emitir este sábado.
La sentencia, clara
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