"Una ingesta elevada de sal conlleva tener la tensión arterial elevada, lo que supone un riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares que pueden ser tanto a nivel cardíaco, angina de pecho infarto, insuficiencia cardiaca...", recuerda en Equipo de Investigación el cardiólogo Roberto Martín. "También a nivel cerebrovascular, como la probabilidad de padecer ictus y a nivel del daño renal, que puede una tensión crónicamente elevada", puntualiza.
La nefróloga María Marqués, además, alerta de que la sal está detrás del 60% de infartos que sufrimos y del 80% de los problemas renales. "El exceso de sal hace que los riñones tengan que trabajar un poco más porque no están pensados para eliminar el exceso de sal, y eso se paga en aumento de la presión arterial en hipertensión, que a la larga daña los riñones", indica.
Los traumatólogos también han dado la voz de alarma y recuerdan lo que puede ocurrir ante las ingestas desmesuradas de este mineral. "El calcio que tenemos en la sangre en lugar de pasar al hueso se elimina por la orina, y eso produce que haya una osteoporosis, una disminución del calcio del hueso, provocando una fragilidad", así como un mayor riesgo de rotura. "Si consumimos mucha sal sabemos que nuestros huesos van a estar más débiles en el futuro".