Nadie es libre del azar. Pese a que los seres humanos hayamos logrado someter a la naturaleza —tras un proceso muy largo de socialización, cultura y desarrollo— nunca se sabe si algún día nos veremos abocados a tener que hacer un fuego con dos piedras, pescar con un palo recogido de la arena o recolectar gotas de agua de un árbol. Es ahí donde retomamos la palabra supervivencia en su estilo más puro. Y, aunque haya quien lo ha olvidado, nuestra mente puede ser la mano que nos ayuda a ponernos de pie. Como las aventureras de La Isla, salir sano y salvo de una isla desierta es posible.
La distancia que ha tomado el ser humano con sus orígenes ha hecho que cualquier aventura fuera de nuestra zona de confort se convierta en una tremenda prueba psicológica, más incluso que física. Ahora bien, aquellos que han salido victoriosos en su pugna con el entorno a la larga se han convertido en individuos con una mayor autoestima y tenacidad.
La experiencia de muchos supervivientes a lo largo de la historia, así como la recopilación de conocimiento científico, han permitido diseñar una serie de normas básicas de supervivencia que van más allá del instinto. Ciertamente, no es nada fácil aplicarse estos consejos en una situación de riesgo, pero su correcta implementación podría suponer la diferencia entre la vida y la muerte. De este modo, así es como deberíamos utilizar la mente si estuviéramos en una isla desierta:
- En primer lugar, hay que asumir la situación extrema al instante. Negarla solo hará que las posibilidades de fracaso aumenten. Tomar conciencia de que se está ante un peligro puede llevar al pánico; por ello, debemos intentar por todos los medios respirar hondo y lentamente. Así regularemos el ritmo cardíaco y facilitaremos el riego de sangre al cerebro.
- Hay que establecer prioridades: los mayores peligros posibles son la falta de oxígeno y la sed. También hay que saber actuar con celeridad: tan pronto como nos hayamos recuperado del ‘shock’, llevar a cabo tareas de primeros auxilios (en caso de que haya heridos), emitir señales de socorro y encontrar algún refugio donde comer y beber agua.
- El fuego es nuestro mejor amigo. Ya sea para darnos calor, luz, la posibilidad de cocinar e incluso subirnos el ánimo. Si sus efectos siempre han sido esenciales en la supervivencia a lo largo de la historia, aún más en situaciones extremas.
- Ante todo, aunque cueste, hay que tener paciencia. Hay que evitar la sensación de que estamos en una situación contrarreloj y ponernos nuestro propio ritmo. Hay que medir bien los esfuerzos, ir paso a paso y procurar no perder los nervios.
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La verdadera clave para la supervivencia es hacer un buen uso de la mente. Al fin y al cabo, es un arma mucho más poderosa de lo que creemos, mientras que la esperanza y el optimismo son nuestras mejores balas. Nunca hay que darse por vencidos, porque siempre podremos hacer algo más para salir adelante.
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