Un año ha pasado desde el ataque de Hamás a Israel, un acontecimiento que desencadenó una espiral de violencia con consecuencias devastadoras. Las cifras son sobrecogedoras: cinco personas son asesinadas cada hora en Gaza. Este dato, impactante en sí mismo, nos obliga a reflexionar sobre quién se beneficia en este caos. La respuesta, aunque inquietante, parece clara: los palestinos, una vez más, son los que más sufren en este conflicto, enfrentando una opresión cada vez más brutal y sistemática.
En un año, un 2% de la población de la franja ha sido asesinada, lo que se traduce en 42.000 civiles muertos, de los cuales el 40% son menores de edad. Entre estos, 800 son bebés de menos de un año. La tragedia se agrava aún más al saber que hay al menos 10.000 cadáveres bajo los escombros, mientras que 100.000 personas han resultado heridas, muchas con secuelas irreparables. La situación alimentaria es crítica: todos los que quedan vivos han cruzado el umbral de la hambruna.
Destrucción de infraestructura
La devastación en Gaza es abrumadora y se manifiesta en cada rincón de la franja. Más de 150.000 viviendas han sido destruidas, y otras 200.000 han sufrido daños severos. La infraestructura educativa, vital para cualquier sociedad, ha sido gravemente afectada: 125 colegios y universidades han sido destruidos, lo que ha dejado a generaciones entras sin acceso a la educación.
Además, el patrimonio cultural y religioso ha sido golpeado, con 600 mezquitas y tres iglesias reducidas a escombros. Esta pérdida no solo es material, sino que representa un ataque directo a la identidad y la cultura palestina.
La caída de Hamás
Hamás, tras un año de intensos combates, también enfrenta pérdidas significativas. Se estima que ha perdido 17.000 combatientes, más de la mitad de su fuerza inicial, un hecho que habla de la brutalidad del conflicto. Hizbulá, por su parte, ha sufrido una severa reducción de su liderazgo, con la pérdida de su cúpula y cerca de 250 milicianos desde el inicio de la invasión de Líbano.
Sin embargo, en este escenario de destrucción y sufrimiento, son los civiles quienes enfrentan el mayor costo. Los ataques de Israel han dejado casi 2.000 muertos y cerca de 9.000 heridos, mientras que más de un millón de personas han sido desplazadas, obligadas a abandonar sus hogares en busca de seguridad.
El lado israelí
Por su parte, Israel también cuenta sus pérdidas. Hace un año, 1.200 israelíes fueron asesinados en el ataque inicial, y 14.000 resultaron heridos, lo que refleja el costo humano que ha sufrido el país. En total, 250 personas fueron secuestradas, de las cuales 100 aún no han regresado a casa. Además, casi 1.000 soldados han muerto en el conflicto.
La situación económica de Israel se encuentra en un punto crítico; el país atraviesa uno de los peores momentos de su historia económica, con un marcado descenso en el turismo, una caída en el producto interior bruto (PIB) y una creciente deuda que afecta su imagen internacional. La presión interna sobre el gobierno de Netanyahu ha aumentado, ya que muchos israelíes cuestionan su gestión en este prolongado conflicto.
Consecuencias políticas
En el ámbito político, Estados Unidos también enfrentan un costo significativo debido a este conflicto. Los demócratas han notado una disminución en el apoyo de votantes jóvenes y árabes, quienes se sienten cada vez más desilusionados con la postura de la administración ante la crisis.
Mientras tanto, la Unión Europea y la ONU han sido incapaces de ejercer una presión significativa sobre el gobierno de Netanyahu, lo que ha llevado a muchos a cuestionar la efectividad de estas instituciones en la resolución de conflictos internacionales.
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Netanyahu: el gran beneficiado
En medio de tantos perdedores, uno se destaca: Benjamin Netanyahu. Desde que declaró la guerra a Hamás, su popularidad ha crecido, alcanzando un 38% de respaldo en las encuestas, aunque su partido aún no podría gobernar en solitario. Su éxito político se ha visto fortalecido por los recientes ataques en Líbano, que le han otorgado un notable impulso en su imagen pública.