Con la victoria de Franco en la Guerra Civil muchos defensores de la República tuvieron que huir, otros fueron encarcelados o asesinados. Como botín de guerra, los franquistas se llevaron muchas de las obras de arte que los republicanos atesoraban: cuadros, muebles, porcelana, objetos de plata... A alguna de estas obras se les perdió la pista, pero otras pueden ser visitadas a día de hoy en importantes museos.
Una de las familias que perdió su patrimonio artístico fue la de Sicardo-Cardera, cuyo padre fue coronel del ejército republicano. La familia se exilió dejando atrás decenas de obras de arte que el franquismo les robó y que el Estado aun no les ha devuelto, posiblemente porque desconozca su paradero.
Cuando regresaron del exilio pudieron recuperar algún piso porque pudieron atestiguar su propiedad, pero nunca recuperaron sus obras de arte. Estas son difíciles de localizar puesto que cuando alguien recibía una obra robada a un republicano, no tenía indicaciones de sus anteriores propietarios, pero en el acta sí aparecía en muchas ocasiones el lugar de procedencia de la obra.
Siguiendo la pista, hay historiadores que han logrado hacer el rastreo de obras de arte expoliadas a republicanos. Así, se ha descubierto que algunas de las obras de esta familia fueron a parar a las dependencias del marqués de Falces o el conde de Romanones durante la primera etapa de la posguerra.
Otro caso es el de Pedro Rico, uno de los alcaldes de Madrid durante la Republica. Durante la guerra huyó de España y la República decidió proteger su patrimonio artístico con el objetivo de protegerlo de bombardeos durante la guerra y, una vez esta acabase la contienda, devolverlo.
Como la guerra la ganó el franquismo, cuando recibieron esos almacenes no devolvieron todas las obras. Algunas de las que pertenecieron al alcalde madrileño acabaron en museos como el de Bellas Artes de Asturias o el Museo del Prado.
Más suerte tuvo Joaquín Zulueta, uno de los hombres que dirigió al Ejército republicano en la defensa de Madrid en los últimos años de la guerra. Él pudo recuperar su obra de 'El descendimiento', del pintor italiano Bassano, una vez que limpió su expediente y tras pelear por recuperarlo.
También la familia de Ramón de la Sota, empresario y nacionalista vasco, condenado y sentenciado después de muerto por defender al PNV, pudo recuperar parte de su patrimonio artístico. Se le quitaron sus barcos, su palacio y sus obras de arte, pero con el tiempo y la llegada de la democracia, los herederos consiguieron recuperar algunos cuadros en los tribunales. Entre ellos un Goya, un Morales y una pintura de El Greco que hoy lucen en instituciones públicas.
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Para conocer más historias sobre el paradero del arte expoliado de la República, el periodista José María Rivero recomienda el libro 'Arte, botín de guerra' del historiador Arturo Colorado, donde se recogen los casos aparecidos anteriormente y muchos otros.