Dilatar para ganar

Las claves de la estrategia de Putin: alargar todo y pedir lo imposible para negociar con ventaja

¿En qué consiste? Putin apuesta por una negociación a largo plazo, usando la dilatación del conflicto y demandas extremas para forzar a Ucrania a aceptar condiciones que no podría negociar en un escenario de paz inmediata.

Las claves de la estrategia de Putin: alargar todo y pedir lo imposible para negociar con ventaja

Mientras el mundo esperaba atento el resultado de la conversación entre Donald Trump y Vladímir Putin, el presidente ruso se mantenía ocupado en una conferencia con oligarcas, sin prisas. Este contraste en la forma de actuar es emblemático de la estrategia que ha marcado la postura rusa desde el inicio de la guerra en Ucrania: la dilatación.

En lugar de ceder al impulso de resolver el conflicto rápidamente, Putin apuesta por alargar la negociación, crear incertidumbre y jugar con los plazos. Su técnica es clara: alargar el proceso de paz lo suficiente como para generar una presión temporal sobre Ucrania, desgastar su voluntad de resistencia y forzar a sus adversarios a aceptar condiciones que, en circunstancias normales, no aceptarían.

El papel crucial de Kurst en la negociación

Una pieza clave en este rompecabezas geopolítico es Kurst, un territorio ruso que fue invadido por Ucrania en agosto de 2024. Este territorio se ha convertido en el único as en la manga de Ucrania para lograr alguna concesión significativa en las futuras negociaciones de paz.

El planteamiento ucraniano es simple, pero arriesgado: jugar al yo (Ucrania) te devuelvo Kurst y tú (Rusia) me devuelves parte del territorio ucraniano. Sin embargo, el plan le está saliendo mal a Kyiv. La semana pasada, Rusia recuperó Sudza, la ciudad más grande de Kurst, lo que representa un avance imparable hacia la expulsión del ejército ucraniano de toda la región. A medida que el control ruso se expande, Ucrania se ve cada vez más cerca de perder su única carta de negociación.

Una guerra a largo plazo, más allá de la victoria inmediata

Es fundamental entender que la guerra de Putin no solo tiene el objetivo de ganar en el presente, sino de garantizar una victoria definitiva y estructural que elimine la amenaza ucraniana para siempre. La intensidad de los bombardeos rusos contra la infraestructura eléctrica ucraniana es un claro ejemplo de esta visión a largo plazo.

Cada planta, cada fábrica ucraniana que se queda sin electricidad, es una menos capaz de producir armas, ya sea para la guerra actual o para defenderse de futuros ataques. La estrategia de Putin está dirigida a desmantelar la capacidad industrial de Ucrania, asegurándose de que, cuando se cierre este conflicto, el país vecino no sea capaz de resurgir como una amenaza para Rusia en un futuro cercano.

Pero los ataques no solo buscan debilitar la capacidad de producción de armas de Ucrania; también están diseñados para erosionar la economía ucraniana. Al destruir las infraestructuras clave, Rusia está llevando al país a una recesión prolongada, haciendo que cualquier proceso de reconstrucción y recuperación sea más costoso y más lento.

Para Putin, la guerra no solo se gana en el campo de batalla, sino también en las arcas y la moral del enemigo. En el futuro, él quiere que los rusos miren a Ucrania y sientan que la vida allí es peor que en Rusia, creando una percepción de superioridad económica y política que refuerce su poder y legitimidad.

El miedo a un rearme ucraniano y la necesidad de un alto al fuego condicionado

Ucrania sabe que no puede ganar esta guerra sin el respaldo de sus aliados internacionales, especialmente de Estados Unidos. Sin embargo, también es consciente de que, si bien la ayuda externa es vital, no será suficiente para derrotar a Rusia si Moscú decide continuar la ofensiva. Así, la conclusión inevitable parece ser que ambas partes deberán firmar un alto al fuego en algún momento.

Sin embargo, Rusia está clara en sus temores: un alto al fuego solo beneficiaría al ejército ucraniano, que se rearmaría y recobraría fuerzas para una nueva ofensiva. Este es un miedo legítimo para Putin, quien recuerda lo ocurrido en Chechenia, donde un alto al fuego, diseñado inicialmente para permitir elecciones, terminó fortaleciendo al ejército checheno y provocando una nueva ola de violencia.