En plena Segunda Guerra Mundial y bajo la sombra del Tercer Reich, el primer Concierto de Año Nuevo se gestó como un acto para ensalzar la grandeza de la Alemania nazi. Organizado en Nochevieja de 1939, la Filarmónica de Viena utilizó la música como medio de propaganda para mostrar el lado amable del partido Nacionalsocialista y recaudar fondos destinados a ayudar a los alemanes más desfavorecidos.
La maestría musical se convirtió en una herramienta propagandística fundamental, dirigida por Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda. Las composiciones de los Strauss, como el vals y la polka, se emplearon para resaltar el poderío de Alemania. Muchas de las piezas interpretadas tenían tintes militares e imperialistas, como la emblemática marcha Radetzky, que conmemoraba la represión de revueltas en Italia a mediados del siglo XIX.
Pese a que la Filarmónica de Viena funcionó como elemento protector de sus integrantes judíos frente a la represión nazi, acabó viviendo la dura realidad del régimen. Algunos músicos afortunados lograron exiliarse, mientras otros acabaron en campos de concentración. Aunque hoy el Concierto de Año Nuevo ha evolucionado internacionalmente, aún persisten sombras en su historia, como la limitada presencia de mujeres entre sus músicos.
85 años después, la tradición perdura, pero el Concierto de Año Nuevo sigue siendo un recordatorio de su controvertido pasado nazi. A pesar de esfuerzos por desvincularse, la inclusión de mujeres en la orquesta y la revisión de piezas, como la Marcha Radetzky, la sombra del Tercer Reich aún se proyecta sobre esta celebración musical de renombre mundial.
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