Cuando queremos cuidarnos mucho hablamos del comer, y poco del beber (o como diría un amigo, del “comercio” y del “bebercio”). Y eso se nota cuando los expertos estudian los hábitos de consumo de agua de este país, donde se pone de manifiesto que los españoles suspendemos en lo que a hidratación se refiere (¡oh, sorpresa!).
Según un estudio que se publica en la revista científica 'Nutrients' los hombres adultos consumen de media 1,7 litros, y 1,6 litros las mujeres. Muy alejado de las recomendaciones de la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) que indica que los hombres deberían de beber 2,5 litros al día, y 2 las mujeres (unos 10 vasos, para que nos hagamos una idea).
Agua cruda, o como ponerte en peligro por una moda snob
Pero que tengamos que beber agua no significa que pueda ser "cualquier" agua. Y mucho menos seguir la nueva moda que corre por el famoso Silicon Valley: beber agua cruda (ug!). Evidentemente, previo pago, ya que la garrafa se vende a unos 30 dólares, y 12,50 dólares por rellenarla.
¿Qué es el agua cruda y a qué se debe este precio disparatado? Según las empresas que lo comercializan, el agua cruda es agua de manantial sin esterilizar, sin filtrar y sin tratar. Sus defensores comentan que esta agua no tiene ni cloro ni fluor añadidos (sustancias que se utilizan para potabilizar el agua). Tampoco tiene plomo al no ser canalizada por tuberías, y mantendría los "probióticos" (¿cómo?) naturales del líquido elemento.
Entonces, ¿es mejor beber agua sin tratamientos de potabilización? No. Nunca. De ninguna manera. Recordemos que la OMS (Organización Mundial de la Salud) ya nos advierte que el agua no potable mata cada año más personas que las guerras.
Lo que los supuestos "expertos" en agua cruda no cuentan es que el agua sin potabilizar puede traer consigo enfermedades diarreicas tan graves como el cólera, puede ser portadora de parásitos y/o huevos de parásitos, además de poder contener altas cantidades de arsénico, un potente tóxico (como dato: en la Comunidad de Madrid hay zonas en las que las aguas tienen niveles de arsénico más altos de los que permite la ley si no son tratadas correctamente); además de compuestos potencialmente cancerígenos o contaminantes en general.
Y esto no es sólo aplicable al agua cruda, sino también a beber agua de ríos o arroyos en esa escapada al campo con familiares y amigos, o a comer nieve (no sé a quién se le ocurrió esto) ahora que tenemos las montañas nevadas. Aunque lo veamos limpio, "puro" o natural (ains, qué poco me gusta el adjetivo "natural"), muchas veces los peligros no los podemos ver.
Por este motivo, en la Unión Europea (y en España), cualquier agua destinada a que la bebamos nosotros tiene que ser potable o debidamente potabilizada. Ya sea de grifo o embotellada.
¿Agua de grifo o agua embotellada?
Aquí entra en acción el eterno debate: ¿da igual el agua de grifo o la embotellada? ¿Es igual? ¿Cuál es mejor? Ambas son igual de seguras y de buenas. Aunque sería mentira que dijera que ambas son iguales, ya que tienen sus diferencias. Concretamente, en su concentración en minerales.
De hecho, en un estudio que hizo un diario español comparando el agua de grifo y las 5 marcas más vendidas de agua mineral de este país se pusieron de manifiesto las diferencias entre ambas opciones en cuanto a composición en minerales.
Vemos que, en general, el agua de grifo es más rica en minerales. ¿Es esto malo? La respuesta en: no tiene por qué. No dejan de ser minerales que aportamos a nuestro organismo, y éstos tienen sus funciones. Algunas tan conocidas como el calcio y su papel en la salud de los huesos y dientes (junto con el magnesio), el sodio con la tensión arterial y la retención de líquidos, o el bicarbonato que, en cantidades superiores a 600 mg/l puede ser beneficioso para el sistema digestivo. Aunque personas con problemas renales deberían tener cuidado porque ayuda a formar cálculos en el riñón (si te fijas, tanto el agua de grifo como la embotellada tienen valores similares y están muy lejos de esos 600 milígramos).
No todas las aguas minerales son iguales
Pero si te decantas por beber agua mineral natural, seguro que también te asalta la duda de cuál es mejor, o en qué se diferencian. Y para que nunca más tengas dudas, te dejo un gráfico que resume muy bien lo que voy a explicar.
Las aguas minerales son aquellas que se sacan de manantiales y acuíferos, bien porque el agua brota de forma natural, o bien porque se perfora para llegar a ellos. Esta agua es el resultado de un proceso natural que comienza cuando el agua de lluvia o de nieve se va filtrando lentamente por las rocas de una montaña. Al ir pasando por ellas va adquiriendo sus minerales, hasta llegar al acuífero.
El resultado de este proceso puede ser un agua de mineralización muy débil, débil o fuerte, en función del residuo seco (lo que queda tras evaporar toda el agua, que es, fundamentalmente, minerales).
Las aguas muy débiles están indicadas, entre otras cosas, para la reconstitución de papillas y biberones, ya que, al aportar pocos minerales, no sobrecarga las fórmulas infantiles que ya vienen pensadas para aportar todos los minerales que el bebé necesita. Pensemos que los riñones de éstos aún son inmaduros y, de esta manera, evitamos una sobrecarga renal.
Las aguas débiles pueden ser beneficiosas para personas con problemas renales que tienen que limitar el sodio, el bicarbonato o el calcio; mientras que las aguas minerales fuertes serían beneficiosas para personas que necesitan reponer electrolitos, como pueden ser los deportistas o después de un proceso diarreico.
¿Es el agua de sabores una opción?
Sabemos que hay que beber agua, pero también hemos visto que no siempre cumplimos las recomendaciones. Excusas he escuchado de todo tipo. Desde “no me gusta el agua”, “no me apetece”, o “no me acuerdo de beber”. Por eso (y por su sabor, o por considerarlo un refresco saludable) puede haber gente que se decante por el agua de sabores. Pero, ¿es de verdad saludable?
Pues como todo en la vida, depende. Depende de si esa agua sólo le han añadido sabor o lleva algo más. Y, ¿dónde podemos saber si tiene algún “extra”? Seguro que no lo adivinas (ironía): en la etiqueta.
Al mirarla seguro que te llevas más de una sorpresa. Es verdad que en el mercado hay aguas que sólo le han adicionado sabor. Pero hay otras que, además de sabor, tienen otros ingredientes, como, por ejemplo, azúcar añadido (del que la OMS recomienda reducir su consumo).
De hecho, si comparamos con los denostados refrescos de cola (los normales, no los “zero” o “light”, que esos no tienen azúcar), vemos que casi son primos hermanos las aguas de sabores (ojo, no todas, las que tienen azúcar añadido) y los refrescos de cola azucarados.
Así nos lo recuerda la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) en su pirámide de la alimentación (si, otra pirámide). Todos los líquidos hidratan, pero no todos son de consumo diario. Mientras en la base de la pirámide está el agua (potable) como tal en todas sus formas, las bebidas que, además, aportan calorías o azúcares están en la punta de ésta.
Es decir, que también existen las bebidas BBC (bodas, bautizos y comuniones) que solo tomaremos ocasionalmente, que no es lo mismo a “cada vez que tengo ocasión”.
¡Salud, y buenos alimentos!
(Y bebidas)
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