Un solar en Vecindario, Gran Canaria, fue el último lugar en el que se vio al pequeño Yéremi Vargas. Estaba jugando con sus primos hasta que su madre lo llamó para que subiera a comer, pero el niño ya no estaba allí.
El pasado domingo se cumplen 17 años de esta desaparición a plena luz del día de la que nadie escuchó ni un grito, ni unas pisadas. Primero se investigó a su entorno más cercano y cientos de agentes y muchos voluntarios se desplegaron por la isla, empapelada con imágenes de Yéremi.
Decenas de líneas de investigación, 200 personas bajo lupa y solo un sospechoso: Antonio Ojeda, 'El Rubio'. Varios testigos sitúan en la zona y a la hora del suceso su coche, que desguazó meses después de la desaparición de Yéremi y que, condenado por una agresión sexual a un niño años después, confesó a su compañero de celda el asesinato de Yéremi con un "se me fue de las manos".
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de la familia, la esperanza por encontrar el cuerpo del pequeño está cada vez más lejos.
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