El 12 de diciembre de 2010, María Piedad García Revuelta salió a cenar con sus compañeros del supermercado de Boadilla del Monte (Madrid) en el que trabajaba, y del que era encargado su expareja y principal sospechoso del crimen. La mujer, madre de dos hijos, nunca regresó.
Su expareja, Javier, se suicidó tres días después. La muerte del principal sospechoso de la desaparición de María Piedad imposibilitó que se esclareciera el caso.
Una década después, su familia no se resigna y sigue investigando. También pedirá la declaración de fallecimiento para que los hijos de María Piedad, que ya tienen 19 y 11 años, puedan hacer posesión de sus bienes.
La Guardia Civil nunca logró averiguar su paradero. Las manchas de sangre halladas cerca del río Guadarrama fueron la única pista de un caso con muchos interrogantes. La noche de la desaparición, las alarmas del supermercado donde trabajaban María Piedad y Javier estuvieron desactivadas varias horas, el tiempo suficiente para que el sospechoso pudiera deshacerse de cualquier prueba que le incriminase.
En el vehículo del sospechoso aparecieron unas botas de la mujer, aunque la familia cree que Javier no actuó solo. Bajo el asiento del conductor, también se encontraron estos documentos misteriosos para los que la Guardia Civil no ha tenido respuesta.
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