El ambiente de Tarragona es muy pesado debido al fuerte olor que desprenden algunas de sus calles. 150 voluntarios han decidido meter sus narices en los lugares más recónditos para descubrir el origen de ese olor.

Los informadores se reparten por la zona de la petroquímica y el puerto. No se conocen entre ellos, husmean en busca de fluvios malolientes y a través de la aplicación móvil nassap, configuran el mapa del hedor.

Una vez detectado un posible foco, la información se transmite al Centro Tecnológico de la Química de Cataluña. Y es entonces cuando aparecen los técnicos, equipados con unos aparatos de olfatometría, que son capaces de encerrar los olores nauseabundos en un tubo. Después en el laboratorio, se identifican hasta 86 compuestos volátiles, responsables del aire irrespirable que inunda las calles.

Detrás de esta red de informadores hay cuatro años de trabajo, para dar una respuesta científica a un problema que preocupa y mucho a los vecinos de Tarragona, y ocho ayuntamientos cercanos, no sólo por la incomodidad del mal olor, sino por su toxicidad.