El 1 de mayo de 1981, un niño de 8 años llamado Jaime Vaquero moría en Madrid por una extraña enfermedad pulmonar. Fue el primero de muchos casos. Pero las autoridades sanitarias no encontraban el motivo y no sabían cómo curarlos. El desconocimiento de lo que estaba pasando era tan grande, que el Ana Mato de entonces atribuyó la enfermedad a un insecto tan diminuto como inexistente. "El mal lo causa un bichito, es tan pequeño, que si se cae de la mesa se mata", afirmó Jesús Sancho Rof.

La incertidumbre hizo que muchos ciudadanos mataran a animales domésticos porque pensaban que transmitían la enfermedad. Al final apareció el culpable. El aceite de colza desnaturalizado. Estaba destinado al uso industrial, pero muchos vendedores ambulantes se lo vendieron a la población para consumo alimentario.

El 22 de noviembre del año 2000 se detecta en Lugo el primer caso de Encefalopatía Espongiforme Bovina en España. Se sacrificaron animales, se retiró el espinazo de las reses del mercado y se prohibió la importación de carne procedente de países de riesgo. Hasta Celia Villalobos, entonces ministra de Sanidad, propuso una solución en forma de receta: "Yo le digo al ama de casa, que va al mercado todos los días, que no eche huesos de vaca cuando haga la comida".

Pero nada calmaba la alarma social y el consumo cayó en picado. Por el contrario, Miguel Arias Cañete, que ya era ministro de Agricultura, mantuvo la calma durante toda la crisis. La pasó asistiendo a degustaciones de carne de ternera y comiendo chuletones para demostrar que no había nada que temer.

En 2009, la gripe A mantuvo a España en vilo durante meses. La Organización Mundial de la Salud estimaron en un primer momento 150 millones de personas morirían por la epidemia. El Gobierno dedicidió aprovisonarse y compró vacunas para el 20% de la población. "Toda la estrategia de vacunación se está desarrollando con total normalidad", explicaba la exministra Trinidad Jiménez.

Se gastaron unos 300 millones de euros en vacunas, pero la mayoría no se utilizó. La cifra final de fallecidos fue de 15000 personas. 373 en España. Un número elevado pero que se ajusta a la normalidad. Porque se estima que cada año mueren en España más de 2000 personas por gripe estacional.