Bajo el abrigo de la neutralidad, Andorra superó la Segunda Guerra Mundial en auge, convirtiéndose en paso de refugiados entre España y Francia, y también en zona de compraventa con gran atractivo.

Una tarjeta postal que se erigía como paraíso turístico y comercial. Con el desarrollo de los comercios y el turismo también nació y creció el contrabando de relojes, perfumes, cigarrillos y sobre todo, dinero.

Pronto, Andorra se vería convertida en un paraíso fiscal gracias a unos impuestos realmente bajos y una de las legislaciones más opacas sobre secreto bancario.

Ahí estaba el gran atractivo del Principado. Nada de impuestos a los ingresos, a la herencia ni al capital, y buenos productos libres de impuestos. Además, tampoco existía una moneda propia, por lo que tampoco había controles al respecto.

Pero Andorra no sigue siendo un paraíso fiscal para España, porque dejó de serlo oficialmente en 2011, al entrar en vigor un acuerdo de intercambio de información fiscal firmado en 2010.

Este mismo mes de enero, los Gobiernos estrechaban aún más estos lazos con la firma de un convenio para evitar la doble imposición fiscal. Así que eso de que Andorra es un paraíso fiscal, ya es cosa del pasado.