Lo que hasta no hace mucho era deporte nacional, hoy se ha convertido en un lujo que no está al alcance de todos los bolsillos.

Porque la crisis ha dejado secos a 10.000 bares y restaurantes que tuvieron que echar el cierre en 2013 por la crisis. Para un país como España, donde el 60% del PIB procede del consumo, que este hábito decaiga supone un verdadero problema para el crecimiento del país y por tanto para la creación de empleo.

Dentro de ese consumo, solo el de la hostelería representa más de 100.000 millones de euros que se mueven en los casi 300.000 establecimientos que hay en España. De esa cifra, solo 200.000 son bares. Hay un bar por cada 235 españoles. Tienen donde elegir.

El perfil del bar español no ha cambiado mucho con el paso de los años, y en su mayoría siguen siendo pequeños negocios. El 95% de establecimientos cuenta con menos de diez trabajadores y de ellos, la mitad no tienen empleados, ya que es un negocio exclusivo de autónomos que ven en la apertura de bar una salida laboral.

Sin embargo, sí hay un factor que sacando al cliente del bar tradicional. Las grandes franquicias de restauración han destapado una guerra de precios ante la que muchos bares no pueden competir.

Por eso toca reinventarse para volver a llamar la atención de un cliente que cada vez busca menos la fidelización y sí mirar por su bolsillo. Mirado con perspectiva, la situación no invita al brindis.

En cinco años, la crisis se ha llevado por delante 60.000 bares ahogados por varios factores, según la Federación de Hosteleros: el descenso del consumo, las licencias de las terrazas o el aumento del IVA han golpeado a un sector que hasta no hace. Ni los récords turísticos en España ni la mayor confianza de los españoles a consumir empujan por ahora a volver a los bares.