Pontevedra ha estado empapelada con la sonrisa de Sonia Iglesias durante los últimos cinco años. Una ciudad que, durante ese lapso temporal, ha estado volcada en encontrarla.

Ésta, una mujer sin deudas, no contaba con enemigos ni tenía relaciones extrañas. Desde el primer momento, la reconstrucción policial de su vida parecía no tener fisuras. "Tenía un trabajo estable, un hijo en común y una vivienda a su nombre", explica la hermana de la desaparecida, María del Carmen Iglesias.

Sonia llevaba trabajando en la misma empresa desde hacía 15 años. También, convivía con su por entonces pareja, Julio Araújo, y el hijo de ambos, de ocho años. No obstante, todo apunta a que Sonia pudo haber conocido a alguien más.

Con 37 años, acudió a una asociación de mujeres maltratadas. Sin embargo, no consta denuncia ni queja de maltrato. Lo que sí es seguro es que la intención de Sonia era la de separarse de Araújo. Tan solo unas semanas después, desapareció.

Desde entonces, sus allegados no han parado de recordarla. "Estamos convencidos de que ella no se fue por su propio pie, que la hicieron desaparecer", asegura una de las vecinas de la mujer.

Es también el convencimiento de la familia, indignada porque hace cinco meses el caso quedó archivado. "Solo nos queda seguir protestando y reivindicándonos con manifestaciones y concentraciones. Es lo único que tenemos a nuestro alcance", señala su hermana.

Es, dicen, su particular peregrinación, a la que se suman cientos de personas cada 18 de agosto, día de su desaparición.